Panteísmo, de Luis Gonzaga Urbina | Poema

    Poema en español
    Panteísmo

    Fue en junio y a mediodía, 
    bajo el follaje sonoro 
    de un árbol, que parecía 
    gigantesco brazo moro 
    que de la tierra salía 
    para ofrecer su tesoro 
    a la inmensidad del cielo: 
    un verde y flotante velo 
    de luz, tramado de oro. 

    En mi soledad serena 
    sentí la hora recogida 
    de un sueño libre de pena, 
    y exclamé: “La vida es buena. 
    Qué santa y buena es la vida”. 
    Y, aprovechando el momento 
    de un aletazo del viento, 
    el árbol me dio las gracias 
    y arrojó sobre mi asiento 
    un gran puñado de acacias. 
    Entonces alcé la mano 
    y el rostro. –Qué pensativo 
    estaba el jardín. Qué humano 
    el cielo. Y dije: “Mi hermano, 
    dadivoso y comprensivo; 
    estas flores que me arrojas 
    me dan la pueril confianza 
    de esconder una esperanza, 
    como un pájaro, en tus hojas”. 

    Y una turba de gorriones 
    pasó gritando: “Poeta, 
    qué franciscano te pones”. 
    Y una golondrina inquieta 
    voló cantando un jocundo 
    himno al sol. Y, en una fuente, 
    un hilillo transparente 
    —voz de milagroso mundo— 
    con elegancia suprema 
    recitaba su poema 
    metafísico y profundo. 
    Aquel claro mediodía 
    todo cantaba. Yo, oía. 
    Y pasaron unos hombres; 
    dijeron palabras, nombres. 
    Y yo no los entendía.