Hambre azul, de Luis Lloréns Torres | Poema

    Poema en español
    Hambre azul

    Ensueño que estoy cenando 
    y que tu espalda es mi mesa, 
    acostada su blancura, 
    como en la playa te viera 
    nadando sobre la ola 
    o echada sobre la arena. 

    Mesa desnuda, sin nada 
    de mantel ni servilletas; 
    azucarada, olorosa, 
    pintada de miel de abeja 
    libada en los azahares 
    de la luna y las estrellas. 

    Mesa que en silencio siente, 
    y en silencio canta y reza, 
    y no dice una palabra, 
    y dice toda la ciencia; 
    abeja que pica el cielo; 
    luna que escarba la tierra. 

    Ave que raya el enigma 
    y con las alas abiertas, 
    por los siglos de los siglos, 
    de la nada al todo vuela, 
    y nada sabe de nada, 
    y todo lo sacramenta 
    con el óleo de los huevos 
    que en sus curvas cacarea 
    en las ondas de los nidos. 

    Mesa doctora en belleza, 
    en la ciencia de la gracia 
    y en la gracia de la ciencia; 
    y mesa, en fin, que en sus vuelos 
    sabe repechar la cuesta 
    que va de Newton al Dante, 
    del número a la quimera, 
    el infinito camino que hay 
    entre el cielo y la tierra. 

    Chorro de café que hirviendo 
    brinca de la cafetera, 
    se ve caer el rizado 
    chorro negro de tu trenza 
    sobre la espumosa leche 
    de la taza que se vuelca 
    y se derrama en tu nuca 
    y por tus hombros se riega. 

    ¿Que la plata de tus nalgas 
    me brindará en sus bandejas? 
    En una, que rumbe y raje 
    el ronco ron de la tierra; 
    mientras la otra se me finge 
    digna de ser la bandeja 
    de la petenera copa 
    de Jerez de la Frontera. 

    Y en la planicie del talle, 
    que es el centro de la mesa, 
    el pan de Dios se me ofrece 
    al hambre azul que me incendia. 
    Al comerlo, así le grito 
    a la multitud de afuera: 

    No soy yo quien mata el hambre 
    esta noche en esta mesa; 
    no, hermanos; es nuestra especie 
    la que se cena esta cena; 
    toda nuestra especie humana 
    en su hambre de ser eterna.