Madrugada en la cárcel, de Magda Portal | Poema

    Poema en español
    Madrugada en la cárcel

    500 días, 500 martillazos 
    hora a hora, sobre el yunque del alma. 

    Madrugada. Una de tantas madrugadas 
    en que es inútil llamar al sueño, 
    en que es inútil botar, como a una mosca 
    al pensamiento 

    Afuera hay una madre pequeña 
    ¿cuántas madres? 
    y una hija muerta de frío. 
    Cuando se habla de mí, se habla en voz baja 
    como si hicieran daño las palabras. 

    Un gallo ronca su canción 
    sobre el interminable silencio; 
    yo estoy un poco enferma, 
    pero no hay quien me alcance 
    la medicina del recuerdo. 

    No estoy sola: 4 paredes 
    y retratos. Víctor Raúl, mi hija 
    y alguien más que ya no sé quién es 
    así se ha ido solo, como vino 
    Mi cama, algunas sillas y una mesa, 
    algunos libros y una estrella. 

    Todo tiene mi roce, todo tiene mis dedos, 
    y mis palabras mudas 
    500 días imprimirán mi espíritu, 
    fluido mágico, han de quedar mis huellas. 

    Aquí se come por comer, y se lee 
    para no estar tan sola, 
    ¿hay soledad mayor que la de estar 
    con gentes raras que no saben qué hablar, 
    que no saben sino quejarse, 
    como animales heridos? 

    Pero la Noche es mía toda entera, 
    ¡la Noche! Qué interminables diálogos 
    sostenemos las dos, hasta agotarnos. 
    Ya la Noche me entiende, 
    y me despierta a la hora convenida 
    para iniciar la interrumpida plática 
    sobre mis esperanzas y mis recuerdos, 
    el ayer y el mañana, porque el hoy es vacío 
    la esperanza también es un recuerdo. 

    Reloj del tiempo estás echándome 
    sobre la cara tus arenas, 
    voy a salir como una monja gris, 
    con las manos cruzadas sobre el pecho... 

    ¿Que no hace nada la prisión? 
    Para el que nunca la ha sufrido, quizás. 
    Este saberse de memoria todas las cosas, 
    las palabras, las caras, 
    los idénticos ruidos de las barras 
    que aseguran las puertas! 
    Todo. Y uno como una sombra 
    seguida por tantas miradas, 
    ¡a pesar de que para la calle hay tantas rejas! 

    ¿Quién estará pensando en mí ahora? 
    Nadie. Tal vez sueñe mi hija 
    con mis manos, tapándole la espalda. 
    La pequeña que apenas me conoce, 
    pero que ya se esfuerza por entenderme, 
    ¿qué pensará de todo esto? 
    ¡Su madre en la prisión y ella tan sola! 
    Tener que hacerse fuerte desde ahora 
    y comenzar a defenderse. 

    ¡Cómo es de trágico el destino 
    para los niños de este tiempo! 
    Huérfanos, por la prisión o por la muerte, 
    da lo mismo, 
    privados de todo, hasta 
    de la parca ternura, 
    sin aspavientos, restringida, 
    que es todo lo que damos los pobres. 

    De todo. ¿Y nosotros? 
    Toda la juventud entre rejas 
    o perseguidos o en destierro, 
    llevando a cuestas nuestro dolor 
    y en los labios, nuestra protesta. 
    Trashumantes sobre la tierra inhóspita, 
    plagada de seres egoístas 
    que nos miran como apestados, 
    y para quienes somos en todas partes 
    'el peligro social'. 

    Todo por querer luz para nuestras covachas, 
    por un poco de pan para nuestras mesas, 
    y por un poco de alegría y de paz 
    para que nuestros hijos no crezcan 
    con las caras marchitas y los ojos tristes, 
    donde la risa más parece una mueca. 

    ¡500 días! Mas, ¿qué importa? 
    Han de pasar todavía soy joven 
    y espero, 
    con la esperanza de los fuertes. 

    1935. Prisión 

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