Sobreviviste al barro de los mapas y un silencio de cárcel y dolor, inventado con prisa, rompió tu juventud como un espejo amargo. Desde siempre soñabas que los trenes llegasen probablemente un día al trigo verde de las tierras altas. A veces no es difícil recordarte en los rumores sordos de aquel Bilbao mojado y diferente, y en los días nublados de azul gris imposible. Y tampoco es difícil presentar tu energía, escrita en muchas noches de trabajo con la caligrafía más rotunda del alquitrán templado. No es posible llorarte sin recordar tu fe, sin pedirle a la lluvia responsabilidades: con una sola lágrima tú pudiste guiar el rumbo de los barcos y la melancolía. Y no te vi llorar. En la ceniza azul quedaba tu figura de hombros más bien cargados, porque a partir de ahora esta brisa primera de cada madrugada, esta brisa será quien mejor sepa que el tren de tu destino ha llegado por fin al trigo verde de las tierras altas.
Poema dedicado a su padre, que ha sido inscrito en parte en su lápida del Cementerio Civil de Madrid y que no figura en su libro póstumo.
Sobreviviste al barro de los mapas y un silencio de cárcel y dolor, inventado con prisa, rompió tu juventud como un espejo amargo. Desde siempre soñabas que los trenes llegasen probablemente un día al trigo verde de las tierras altas.