Figulinas, de Manuel Machado | Poema

    Poema en español
    Figulinas

    ¡Qué bonita es la princesa! 
    ¡qué traviesa! 
    ¡qué bonita 
    la princesa pequeñita 
    de los cuadros de Watteau! 
    Yo la miro, ¡yo la admiro, 
    yo la adoro! 
    Si suspira, yo suspiro; 
    si ella llora, también lloro; 
    si ella ríe, río yo. 
    Cuando alegre la contemplo, 
    como ahora, me sonríe, 
    ...y otras veces su mirada 
    en los aires se deslíe 
    pensativa. 
    ¡Si parece que está viva 
    la princesa de Watteau! 
    Al pasar la vista, hiere, 
    elegante, 
    y ha de amarla quien la viere. 
    ...Yo adivino en su semblante 
    que ella goza, goza y quiere, 
    vive y ama, sufre y muere... 
    como yo.

    • Largas tardes campestres; 
      alamedas rosadas; 
      aire delgado que el aroma apenas 
      sostiene de la acacia; 
      huerto, pinar... Llanuras de oro viejo, 
      azul de la montaña... 
      Esquilas del arambre 
      y balido, sin fin, de la majada, 
      en el silencio claro... 

    • A Rubén Darío 
       
      La hora cárdena... La tarde 
      los velos se va quitando... 
      El velo de oro..., el de plata. 
      La hora cárdena... 
      «Aún es temprano». 

      «Nada veo sino el polvo 
      del camino...» 
      «Aún es temprano». 

    • El médico me manda no escribir más. Renuncio, 
      pues, a ser un Verlaine, un Musset, un D’ Annunzio 
      —¡no que no!—, por la paz de un reposo perfecto, 
      contento de haber sido el vate predilecto 
      de algunas damas y de no pocos galanes, 

    banner cuadrado de Audible
    banner horizontal de Audible