Ocaso, de Manuel Machado | Poema

    Poema en español
    Ocaso

    Era un suspiro lánguido y sonoro 
    la voz del mar aquella tarde... El día, 
    no queriendo morir, con garras de oro 
    de los acantilados se prendía. 

    Pero su seno el mar alzó potente, 
    y el sol, al fin, como en soberbio lecho, 
    hundió en las olas la dorada frente, 
    en una brasa cárdena deshecho. 

    Para mi pobre cuerpo dolorido, 
    para mi triste alma lacerada, 
    para mi yerto corazón herido, 
    para mi amarga vida fatigada... 
    ¡el mar amado, el mar apetecido, 
    el mar, el mar, y no pensar nada...!

    • Largas tardes campestres; 
      alamedas rosadas; 
      aire delgado que el aroma apenas 
      sostiene de la acacia; 
      huerto, pinar... Llanuras de oro viejo, 
      azul de la montaña... 
      Esquilas del arambre 
      y balido, sin fin, de la majada, 
      en el silencio claro... 

    • A Rubén Darío 
       
      La hora cárdena... La tarde 
      los velos se va quitando... 
      El velo de oro..., el de plata. 
      La hora cárdena... 
      «Aún es temprano». 

      «Nada veo sino el polvo 
      del camino...» 
      «Aún es temprano». 

    • El médico me manda no escribir más. Renuncio, 
      pues, a ser un Verlaine, un Musset, un D’ Annunzio 
      —¡no que no!—, por la paz de un reposo perfecto, 
      contento de haber sido el vate predilecto 
      de algunas damas y de no pocos galanes, 

    banner cuadrado de Audible
    banner horizontal de Audible