Nómada urbano, de Manuel Padorno | Poema

    Poema en español
    Nómada urbano

    Estanques de pintura en La Plazuela, 
    la brocha decidida en el barranco. 
    El mediodía caldeado transparece. 
    Qué espesa luz, qué inmensa brocha arrasa, 
    chorrea por la calle Muro, anega 
    la gran barca de piedra anclada, lisa, 
    de la Plaza Cairasco las raíces, 
    el pelo sumergido labra, flota 
    qué espesa luz, inmensa brocha amansa, 
    baldea la barcaza inmóvil, funda 
    por la Alameda de Colón la piedra 
    empapada de luz borra el espacio, 
    tallada casi centenaria, tiembla 
    la atmósfera en su límite, caída 
    también en la bahía desemboca 
    el muelle circular y la bocana 
    cerrado Guiniguada abajo, seco. 
    El fuego soleado bulle: entalla 
    la brocha, arrecia azul, cala, bracea 
    el barrio, la calzada presurosa, 
    empapado salitre, el palo enristre, 
    embadurne de cal, sacuda el aire 
    el lienzo El Gabinete Literario 
    (la tarta encristalada, recoleta) 
    lenta crema pastel rosa y dorada 
    en el azul más pálido y lechosa 
    encalle la fachada en su presencia, 
    qué verde espeso, moteada luz 
    emborrona el laurel indio aceitoso, 
    las baldosas, la lámina del agua 
    el oleaje en que se baña (corre 
    la muchacha desnuda) el amarillo 
    espumoso, feraz, unta la guagua 
    (el oro viejo se recuece dentro 
    del cazón seco) y con el palo atiza 
    el tronco, la palmera que se espliega 
    la cresta verde y el trasluz finiza. 
    Largo mural el malecón urbano 
    prepara su materia colorada, pringa 
    el Hotel Madrid de rojo inglés, 
    fregotea su muro y la memoria 
    la plaza troquelada, con el busto 
    ceremonial en medio, alicaído. 
    Al fondo de la Iglesia San Francisco 
    corre el mural tapiado, fresca sombra 
    también de la alameda terminada. 
    Hondo brochazo largo el Puente Piedra 
    y la calle Malteses. Es, entonces 
    cuando el pintor contempla, desde arriba, 
    Risco San Nicolás que se desagua 
    tallado lienzo echado mientras tensa 
    (la tarde retrasada, en pie) empuñando 
    el largo mango que la brocha humea. 

    • Estanques de pintura en La Plazuela, 
      la brocha decidida en el barranco. 
      El mediodía caldeado transparece. 
      Qué espesa luz, qué inmensa brocha arrasa, 
      chorrea por la calle Muro, anega 
      la gran barca de piedra anclada, lisa, 
      de la Plaza Cairasco las raíces,