Con la saliva que gastan mis enemigos para injuriarme construyo un río en el que navego por las noches con sus novias o sus hermanas.
Con las piedras que me lanzan construyo la casa en la que vivo como un rey. Si las pedradas siguen haré un condominio, lo venderé y seré rico mientras ellos ejercen su derecho a patalear de envidia.
Con las balas que me disparan construyo un árbol de pólvora: al encenderlo se forma la vía láctea.
Con las palabras que me arrojan escribo mis libros; si se dan cuenta que en vez de enemigos son mis mejores publicistas exigirán regalías.
Agotado su almacén de palabras, balas, piedras me declaran poeta nacional.
Yo vivo escribiendo poemas en servilletas de chulo por la calles de una ciudad que ni siquiera es mía.
¿Aprendieron el ABC del amor compartido? ¿Forjaron cigarros de marihuana con su maestro de hermenéutica? ¿Qué dices, amor, de la embriaguez? Háblenme si quieren, mientras sus medias forman viboritas en el piso