Il mar la terra e il ciel miro e sorrido. Leopardi
Te ponía el orgullo una viva aureola y me dejaste la soledad. Aún percibo en mí el desgarro de la hora: un llanto de astros, y vuelo de hojas muertas color cobre y una neblina fría sobre mi corazón. Pensé que fuera la soledad mi vida taciturna que se nutría del recuerdo espléndido y amargo de tu orgullo ¡oh diosa clara!
Sin tu voz, sin tus ojos, ni la sombra de tu cabello de oro en la frente, ni el rostro como una rosa pálida, mi vida seria un gran vado que sonara al recordar. Mas tu orgullo me hacía un gran regalo: el universo era mi tesoro otra vez. La acacia verde en la fuente traslúcida, la nube color miel y el azur fresco tal agua de espíritu tranquilo, el fino astro y la ancha mar y la música clara de los pinos y aquel viñedo púrpura... Todo tornaba a mí en aquel setiembre dorado y moribundo. Bello acuerdo en el mundo, las cosas: armonía de amor y claridad. ¡Oh diosa altiva!
Si por tu luz dejaba el universo tu áspero orgullo me lo torna entero, calma mi soledad. Y todavía veo en el fondo tu más pura luz.
Il mar la terra e il ciel miro e sorrido. Leopardi
Te ponía el orgullo una viva aureola y me dejaste la soledad. Aún percibo en mí el desgarro de la hora: un llanto de astros, y vuelo de hojas muertas color cobre y una neblina fría