De un espeso tejido me rodea tu mundo por todos los contornos. Me abarcas como un pecho abierto a la ternura, como una gran maroma que en surcos se me clava.
Has llegado a cubrirme, definitivo pájaro, a decirme la vida a tu propia manera, al modo más hermoso de vuelo sin tropiezo abrazando la nube.
Podrías no contarme por uno de los tuyos, y sin embargo sueles apretarme la sangre llenándome los ojos de un agua sin salida descolgada en sus fuentes.
En sombra de tus pliegues se encarna la ternura, tal a una mano abierta que lo abarcara todo, y olvida nomeolvides en lugares ocultos de preciosos recuerdos.
Callada te delatas, Echada por mi frente dejas correr el tiempo, como si fueras niña que inaugurara sueños en la siesta más tenue de un setiembre cualquiera.
A tientas yo te canto, erguida compañera de la noche en lo oscuro, sintiéndome por labios, por ojos y por dedos tu inundación callada que de arriba descienden.
Bajo mi cama estáis, conchas, algas, arenas: comienza vuestro frío donde acaban mis sábanas. Rozaría una jábega con descolgar los brazos y su red tendería del palo de mesana de este lecho flotante entre ataúd y tina.
De un espeso tejido me rodea tu mundo por todos los contornos. Me abarcas como un pecho abierto a la ternura, como una gran maroma que en surcos se me clava.