Cumpleaños en Manhattan, de Mario Benedetti | Poema

    Poema en español
    Cumpleaños en Manhattan

    Todos caminan 
    yo también camino 

    es lunes y venimos con la saliva amarga 
    mejor dicho 
    son ellos los que vienen 

    a la sombra de no sé cuántos pisos 
    millones de mandíbulas 
    que mastican su goma 
    sin embargo son gente de este mundo 
    con todo un corazón bajo el chaleco 

    hace treinta y nueve años 
    yo no estaba 
    tan solo y tan rodeado 
    ni podía mirar a las queridas 
    de los innumerables ex-sargentos 
    de ex-sargentísimo Batista 
    que hoy sacan a mear 
    sus perros de abolengo 
    en las esquinas de la democracia 
    hace treinta y nueve años 
    allá abajo 
    más debajo de lo que hoy se conoce 
    como Fidel Castro o como Brasilia 
    abrí los ojos y cantaba un gallo 
    tiene que haber cantado 
    necesito 
    un gallo que le cante al Empire State Building 
    con toda su pasión 
    y la esperanza 
    de parecer iguales 
    o de serlo 

    todos caminan 
    yo también camino 
    a veces me detengo 
    ellos no 
    no podrían 

    respiro y me siento 
    respirar 
    eso es bueno 
    tengo sed y me cuesta 
    diez centavos de dólar 
    otro jugo de fruta 
    con gusto a Guatemala 

    este cumpleaños 
    no es 
    mi verdadero 
    porque este alrededor 
    no es 
    mi verdadero 
    los cumpliré más tarde 
    en febrero o en marzo 
    con los ojos que siempre me miraron 
    las palabras que siempre me dijeron 
    con un cielo de ayer sobre mis hombros 
    y el corazón deshilachado y terco 
    los cumpliré más tarde 
    o no los cumplo 
    pero éste no es mi verdadero 

    todos caminan 
    yo también camino 
    y cada dos zancadas poderosas 
    doy un modesto paso melancólico 

    entonces los becarios colombianos 
    y los taximetristas andaluces 
    y los napolitanos que venden pizza y cantan 
    y el mexicano que aprendió a mascar chicles 
    y el brasileño de insolente fotómetro 
    y la chilena con su amante gringo 
    y los puertorriqueños que pasean 
    su belicosos miedo colectivo 
    miran y reconocen mi renguera 
    y ellos también se aflojan un momento 
    y dan un solo paso melancólico 
    como los autos de la misma marca 
    que se hacen una seña con las luces 

    nunca estuvo tan lejos 
    ese cielo 
    nunca estuvo tan lejos 
    y tan chico 
    un triángulo isósceles nublado 
    que ni siquiera es una nube entera 

    tengo unas ganas cursis 
    dolorosas 
    de ver algo de mar 
    de sentir como llueve en Andes y Colonia 
    de oír a mi mujer diciendo cualquier cosa 
    de escuchar las bocinas 
    y de putear con eco 
    de conseguir un tango 
    un pedazo de tango 
    tocado por cualquiera 
    que no sea Kostelanetz 

    pero también es bueno 
    sentir alguna vez un poco de ternura 
    hacia este chorro enorme 
    poderoso 
    indefenso 
    de humanidad dócilmente apurada 
    con la cruz del confort sobre su frente 
    un poco de imprevista ternura sin raíces 
    digamos por ejemplo hacia una madre equis 
    que ayer en el zoológico de Central Park 
    le decía a su niño con preciosa nostalgia 
    look Johnny this is a cow 
    porque claro 
    no hay vacas entre los rascacielos 

    y otro poco de fe 
    que es mi único folklore 
    para agitar como un pañuelo blanco 
    cuando pasen o simplemente canten 
    las tres clases de seres más vivos de este Norte 
    quiero decir los negros 
    las negras 
    los negritos 

    todos caminan 
    pero yo 
    me he sentado 
    un yanqui de doce años me lustra los zapatos 
    él no sabe que hoy es mi cumpleaños 
    ni siquiera que no es mi verdadero 
    por mi costado pasan todos ellos 
    acaso yo podría ser un dios provisorio 
    que contemplara inerme su rebaño 
    o podría ser un héroe más provisorio aún 
    y disfrutar mis trece minutos estatuarios 

    pero todo está claro 
    y es más dulce 
    más útil 
    sobre todo más dulce 
    reconocer que el tiempo está pasando 
    que está pasando el tiempo y hace ruido 
    y sentirse de una vez para siempre 
    olvidado y tranquilo 
    como un cero a la izquierda.

    Mario Benedetti (Paso de los Toros, Uruguay, 1920-Montevideo, 2009). Se educó en un colegio alemán y se ganó la vida como taquígrafo, vendedor, cajero, contable, funcionario público y periodista. Autor de novelas, relatos, poesía, teatro y crítica literaria, publicó más de cincuenta libros y ha sido traducido a veintitrés idiomas. Fue galardonado con, entre otros, el Premio Reina Sofía de Poesía 1999 y el Premio Iberoamericano José Martí 2000.