Hoy me despierto tosco y solitario;
no tengo a nadie para dar mis quejas,
nadie a quien echar mis culpas de quietud.
Sé que hoy me van a cerrar todas las puertas
y que no llegará cierta carta que espero;
que habrá malas noticias en los diarios;
que la que quiero no pensará en mí.
Y lo que es mucho peor,
que pensarán en mí los coroneles,
que el mundo será un oscuro
paquete de angustias,
que muchos otros, aquí o en cualquier parte,
se sentirán también toscos y solos,
que el cielo se derrumbará
como un techo podrido,
y hasta mi sombra
se burlará de mis confianzas.
Menos mal
que me conozco.
Menos mal que mañana,
o a más tardar pasado,
sé que despertaré alegre y solidario,
con mi culpita bien lavada y planchada;
y no solo se me abrirán las puertas,
sino también las ventanas y las vidas;
y la carta que espero llegará
y la leeré seis o siete veces
y las malas noticias de los diarios
no alcanzarán a cubrir las buenas nuevas;
y la que quiero
pensará en mi hasta conmoverse;
y lo que es muchísimo mejor
los coroneles me echarán al olvido;
y no solo yo, muchos otros también
se sentirán solidarios y alegres,
y a nadie le importará
que el cielo se derrumbe,
y más de uno dirá que ya era hora;
y mi sombra empezará a mirarme con respeto.
Será buena,
tan buena la jornada,
que desde ya
mi soledad se espanta.