Hoy me despierto tosco y solitario; 
no tengo a nadie para dar mis quejas, 
nadie a quien echar mis culpas de quietud. 
Sé que hoy me van a cerrar todas las puertas 
y que no llegará cierta carta que espero; 
que habrá malas noticias en los diarios; 
que la que quiero no pensará en mí. 
Y lo que es mucho peor, 
que pensarán en mí los coroneles, 
que el mundo será un oscuro 
paquete de angustias, 
que muchos otros, aquí o en cualquier parte, 
se sentirán también toscos y solos, 
que el cielo se derrumbará 
como un techo podrido, 
y hasta mi sombra 
se burlará de mis confianzas. 
Menos mal 
que me conozco. 
Menos mal que mañana, 
o a más tardar pasado, 
sé que despertaré alegre y solidario, 
con mi culpita bien lavada y planchada; 
y no solo se me abrirán las puertas, 
sino también las ventanas y las vidas; 
y la carta que espero llegará 
y la leeré seis o siete veces 
y las malas noticias de los diarios 
no alcanzarán a cubrir las buenas nuevas; 
y la que quiero 
pensará en mi hasta conmoverse; 
y lo que es muchísimo mejor 
los coroneles me echarán al olvido; 
y no solo yo, muchos otros también 
se sentirán solidarios y alegres, 
y a nadie le importará 
que el cielo se derrumbe, 
y más de uno dirá que ya era hora; 
y mi sombra empezará a mirarme con respeto. 
Será buena, 
tan buena la jornada, 
que desde ya 
mi soledad se espanta. 
Mario Benedetti (Paso de los Toros, Uruguay, 1920-Montevideo, 2009). Se educó en un colegio alemán y se ganó la vida como taquígrafo, vendedor, cajero, contable, funcionario público y periodista. Autor de novelas, relatos, poesía, teatro y crítica literaria, publicó más de cincuenta libros y ha sido traducido a veintitrés idiomas. Fue galardonado con, entre otros, el Premio Reina Sofía de Poesía 1999 y el Premio Iberoamericano José Martí 2000.