La mar ciñe a la noche en su regazo, de Miguel de Unamuno | Poema

    Poema en español
    La mar ciñe a la noche en su regazo

    La mar ciñe a la noche en su regazo 
    y la noche a la mar; la luna, ausente; 
    se besan en los ojos y en la frente; 
    los besos dejan misterioso trazo. 

    Derrítense después en un abrazo, 
    tiritan las estrellas con ardiente 
    pasión de mero amor, y el alma siente 
    que noche y mar se enredan en su lazo. 

    Y se baña en la oscura lejanía 
    de su germen eterno, de su origen, 
    cuando con ella Dios amanecía, 

    y aunque los necios sabios leyes fijen, 
    ve la piedad del alma la anarquía 
    y que leyes no son las que nos rigen. 

    Horas serenas del ocaso breve, 
    cuando la mar se abraza con el cielo 
    y se despierta el inmortal anhelo 
    que al fundirse la lumbre, lumbre bebe. 

    Copos perdidos de encendida nieve, 
    las estrellas se posan en el suelo 
    de la noche celeste, y su consuelo 
    nos dan piadosas con su brillo leve. 

    Como en concha sutil perla perdida, 
    lágrima de las olas gemebundas, 
    entre el cielo y la mar sobrecogida 

    el alma cuaja luces moribundas 
    y recoge en el lecho de su vida 
    el poso de sus penas más profundas.