En un cementerio de lugar castellano, de Miguel de Unamuno | Poema

    Poema en español
    En un cementerio de lugar castellano

    Corral de muertos, entre pobres tapias, 
        hechas también de barro, 
    pobre corral donde la hoz no siega, 
    sólo una cruz, en el desierto campo 
        señala tu destino. 
    Junto a esas tapias buscan el amparo 
    del hostigo del cierzo las ovejas 
    al pasar trashumantes en rebaño, 
    y en ellas rompen de la vana historia, 
    como las olas, los rumores vanos. 
        Como un islote en junio, 
        te ciñe el mar dorado 
    de las espigas que a la brisa ondean, 
    y canta sobre ti la alondra el canto 
        de la cosecha. 
    Cuando baja en la lluvia el cielo al campo 
    baja también sobre la santa hierba 
        donde la hoz no corta, 
    de tu rincón, ¡pobre corral de muertos!, 
    y sienten en sus huesos el reclamo 
        del riego de la vida. 
    Salvan tus cercas de mampuesto y barro 
        las aladas semillas, 
    o te las llevan con piedad los pájaros, 
    y crecen escondidas amapolas, 
    clavelinas, magarzas, brezos, cardos, 
    entre arrumbadas cruces, 
    no más que de las aves libres pasto. 
    Cavan tan sólo en tu maleza brava, 
        corral sagrado, 
    para de un alma que sufrió en el mundo 
        sembrar el grano; 
        luego sobre esa siembra 
        ¡barbecho largo! 
    Cerca de ti el camino de los vivos, 
    no como tú, con tapias, no cercado, 
        por donde van y vienen, 
        ya riendo o llorando, 
    ¡rompiendo con sus risas o sus lloros 
    el silencio inmortal de tu cercado! 
    Después que lento el sol tomó ya tierra, 
    y sube al cielo el páramo 
    a la hora del recuerdo, 
    al toque de oraciones y descanso, 
        la tosca cruz de piedra 
        de tus tapias de barro 
    queda, como un guardián que nunca duerme, 
    de la campiña el sueño vigilando. 
        No hay cruz sobre la iglesia de los vivos, 
    en torno de la cual duerme el poblado; 
    la cruz, cual perro fiel, ampara el sueño 
    de los muertos al cielo acorralados. 
    ¡Y desde el cielo de la noche, Cristo, 
        el Pastor Soberano, 
    con infinitos ojos centelleantes, 
    recuenta las ovejas del rebaño! 
    ¡Pobre corral de muertos entre tapias 
        hechas del mismo barro, 
    sólo una cruz distingue tu destino 
    en la desierta soledad del campo!