Ven, canción de amor, desde el corazón de los elementos sobre el ala de la tormenta con el aullido de la tempestad, ven desde los abismos de la noche, a caballo sobre los torbellinos con el hervor de las aguas profundas, que te llevan los pastores del aire en tropeles de estrellas ladradas por el trueno. Ven, torbellino de fantasmas, carro de nubes fustigado por el relámpago roto sobre el espinazo de las tinieblas. Ven, toro del crepúsculo rasgado por el diente de la luna, hoz surgida de las encías del celo. Ven, conmoción de la aurora con la aureola del sol sobre la cabeza, despierta al nenúfar del lago, la tórtola en el nido, la voz de la fábrica en su pecho de metal, el niño en los brazos del sueño, desliga a los borrachos de las heces del vino, las enamoradas de los enlazamientos de la carne, las abejas del calor del panal. Ven sobre mil senderos, nieves fundidas, lluvias mezcladas de sol, hierbas invasoras, esplendor de los campos, hojas caídas, racimos vendimiados, aplastados en el lagar, balbuceo del mosto en los toneles, y cristalízate de un golpe en tres palabras murmuradas por el hombre al oído de la amada, envueltas en el beso, apenas comprendidas, frágiles y cálidas: Estoy cerca de ti.
Tú gritas hacia el hombre que se esconde en ti, él no vuelve la cabeza. Tú le agarras por el hombro, él sigue hacia adelante. Tú vienes a su encuentro por caminos disimulados, sus ojos te miran ciegos. ¿Adónde va el hombre en mí escondido?
Ven, canción de amor, desde el corazón de los elementos sobre el ala de la tormenta con el aullido de la tempestad, ven desde los abismos de la noche, a caballo sobre los torbellinos con el hervor de las aguas profundas,