Prisa, de Octavio Paz | Poema

    Poema en español
    Prisa

    A pesar de mi torpor, de mis ojos hinchados, de mi aire de recién salido de la cueva, no me detengo nunca. Tengo prisa. Siempre he tenido prisa. Día y noche zumba en mi cráneo la abeja. Salto de la mañana a la noche, del sueño al despertar, del tumulto a la soledad, del alba al crepúsculo. Inútil que cada una de las cuatro estaciones me presente su mesa opulenta; inútil el rasgueo de madrugada del canario, el lecho hermoso como un río en verano, esa adolescente y su lágrima, cortada al declinar el otoño. En balde el mediodía y su tallo de cristal, las hojas verdes que lo filtran, las piedras que niega, las sombras que esculpe. Todas estas plenitudes me apuran de un trago. Voy y vuelo, me revuelvo y me revuelco, salgo y entro, me asomo, oigo música, me rasco, medito, me digo, maldigo, cambio de traje, digo adiós al que fui, me demoro con el que seré. Nada me detiene. Tengo prisa, me voy. ¿A dónde? No sé, nada sé excepto que no estoy en mi sitio. 

    Desde que abrí los ojos me di cuenta que mi sitio no estaba aquí, donde yo estoy, sino en donde no estoy ni he estado nunca. En alguna parte hay un lugar vacío y ese vacío se llenará de mí y yo me asentaré en ese hueco que insensiblemente rebosará de mí, pleno de mí hasta volverse fuente o surtidor. Y mi vacío, el vacío de mí que soy ahora, se llenará de sí, pleno de sí, pleno de ser hasta los bordes. 

    Tengo prisa por estar. Corro tras de mí, tras de mi sitio, tras de mi hueco. ¿Quién me ha reservado ese sitio? ¿Cómo se llama mi fatalidad? ¿Quién es y qué es lo que me mueve y quién y qué es lo que aguarda mi advenimiento para cumplirse y para cumplirme? No sé, tengo prisa. Aunque no me mueva de mi silla, ni me levante de la cama. Aunque dé vueltas y vueltas en mi jaula. Clavado por un nombre, un gesto, un tic, me muevo y remuevo. Esta casa, estos amigos, estos países, estas manos, esta boca, estas letras que forman esta imagen que se ha desprendido sin previo aviso de no sé dónde y me ha dado en el pecho, no son mi sitio. Ni esto ni aquello es mi sitio. 

    Todo lo que me sostiene y sostengo sosteniéndome es alambrada, muro. Y todo lo salta mi prisa. Este cuerpo me ofrece su cuerpo, este mar se saca del vientre siete olas, siete desnudeces, siete sonrisas, siete cabrillas blancas. Doy las gracias y me largo. Sí, el paseo ha sido muy divertido, la conversación instructiva, aún es temprano, la función no acaba y de ninguna manera tengo la pretensión de conocer el desenlace. Lo siento: tengo prisa. Tengo ganas de estar libre de mi prisa, tengo prisa por acostarme y levantarme sin decirte y decirme: adiós, tengo prisa.

    Octavio Paz (1914-1998), poeta, ensayista, traductor, dramaturgo y cuentista mexicano, fue diplomático y profesor en universidades europeas y norteamericanas. En 1963 fue distinguido con el Gran Premio Internacional de Poesía, y después con el Premio Cervantes 1981 y el Premio Nobel de Literatura 1990. Desde 1977, hasta su muerte, dirigió la revista Vuelta (Premio Príncipe de Asturias 1992). Publicó, entre otros numerosos libros, los de poesía Libertad bajo palabra, Salamandra, Ladera este, Árbol adentro, así como los ensayos El laberinto de la soledad, El arco y la lira, Puertas al campo, Corriente alterna, Cuadrivio, Los hijos del limo o El ogro filantrópico, y el monumental estudio Sor Juana Inés de la Cruz o las trampas de la fe, por citar algunos. 

    • Dales la vuelta, 
      cógelas del rabo (chillen, putas), 
      azótalas, 
      dales azúcar en la boca a las rejegas, 
      ínflalas, globos, pínchalas, 
      sórbeles sangre y tuétanos, 
      sécalas, 
      cápalas, 
      písalas, gallo galante, 
      tuérceles el gaznate, cocinero, 

    • A pesar de mi torpor, de mis ojos hinchados, de mi aire de recién salido de la cueva, no me detengo nunca. Tengo prisa. Siempre he tenido prisa. Día y noche zumba en mi cráneo la abeja. Salto de la mañana a la noche, del sueño al despertar, del tumulto a la soledad, del alba al crepúsculo.

    • Cierra los ojos y a oscuras piérdete 
      bajo el follaje rojo de tus párpados. 
      Húndete en esas espirales 
      del sonido que zumba y cae 
      y suena allí, remoto, 
      hacia el sitio del tímpano, 
      como una catarata ensordecida. 

    • Infrecuentes (pero también inmerecidas) 
      instantáneas (pero es verdad que el tiempo no se mide 
      hay instantes que estallan y son astros 
      otros son un río detenido y unos árboles fijos 
      otros son ese mismo río arrasando los mismos árboles) 
      infrecuentes 

    • Un cuerpo, un cuerpo solo, un solo cuerpo 
      un cuerpo como día derramado 
      y noche devorada; 
      la luz de unos cabellos 
      que no apaciguan nunca 
      la sombra de mi tacto; 
      una garganta, un vientre que amanece 
      como el mar que se enciende 

    • La treiziéme revient... c'est encor lapremiére; 
      et c 'est toujours la seule -ouc 'est le seul momeni; 
      car es-tu reine, ó toi, la premiére ou demiére? 
      es-tu roí, toi le seul ou le demier amant? 
      Gérard de Nerval, «Arthémis» 

       

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