Gracias a los racimos a la tarde, a la sed al fervor a las arrugas, al silencio a los senos a la noche, a la danza a la lumbre a la espesura.
Muchas gracias al humo a los microbios, al despertar al cuerno a la belleza, a la esponja a la duda a la semilla, a la sangre a los toros a la siesta.
Gracias por la ebriedad, por la vagancia, por el aire la piel las alamedas, por el absurdo de hoy y de mañana, desazón avidez calma alegría, nostalgia desamor ceniza llanto.
Gracias a lo que nace, a lo que muere, a las uñas las alas las hormigas, los reflejos el viento la rompiente, el olvido los granos la locura.
Muchas gracias gusano. Gracias huevo. Gracias fango, sonido. Gracias piedra. Muchas gracias por todo Muchas gracias.
Se miran, se presienten, se desean, se acarician, se besan, se desnudan, se respiran, se acuestan, se olfatean, se penetran, se chupan, se demudan, se adormecen, despiertan, se iluminan, se codician, se palpan, se fascinan,
No se me importa un pito un pito que las mujeres tengan los senos como magnolias o como pasas de higo; un cutis de durazno o de papel de lija. Le doy una importancia igual a cero, al hecho de que amanezcan con un aliento afrodisíaco o con un aliento insecticida.
Llorar a lágrima viva. Llorar a chorros. Llorar la digestión. Llorar el sueño. Llorar ante las puertas y los puertos. Llorar de amabilidad y de amarillo.
Si hubiera sospechado lo que se oye después de muerto, no me suicido.
Apenas se desvanece la musiquita que nos echó a perder los últimos momentos y cerramos los ojos para dormir la eternidad, empiezan las discusiones y las escenas de familia.
Yo no tengo una personalidad; yo soy un cocktail, un conglomerado, una manifestación de personalidades.
En mí, la personalidad es una especie de furunculosis anímica en estado crónico de erupción; no pasa media hora sin que me nazca una nueva personalidad.