Milonga, de Oliverio Girondo | Poema

    Poema en español
    Milonga

    Sobre las mesas, 
    botellas decapitadas de «champagne» con corbatas blancas de payaso, 
    baldes de níquel que trasuntan enflaquecidos brazos y espaldas de «cocottes». 
    El bandoneón canta con esperezos de gusano baboso, 
    contradice el pelo rojo de la alfombra, 
    imana los pezones, los pubis y la punta de los zapatos. 
    Machos que se quiebran en corte ritual, la cabeza hundida entre los hombros, 
    la jeta hinchada de palabras soeces. 
    Hembras con las ancas nerviosas, 
    un poquito de espuma en las axilas y los ojos demasiado aceitados. 
    De pronto se oye un fracaso de cristales. 
    Las mesas dan un corcovo y pegan cuatro patadas en el aire. 
    Un enorme espejo se derrumba con las columnas y la gente que tenía dentro; 
    mientras en un oleaje de brazos y de espaldas estallan las trompadas, 
    como una rueda de cohetes de bengala. 
    Junto con el vigilante, entra la aurora vestida de violeta. 

    • Lo palpable lo mórbido 
      el conco fondo ardido los tanturbios 
      las tensas sondas hondas los reflujos las ondas de la carne 
      y sus pistilos núbiles contráctiles 
      y sus anexos nidos 
      los languiformes férvidos subsobornos innúmeros del tacto 
      su mosto azul desnudo 

    • Frescor de los vidrios al apoyar la frente en la ventana. Luces trasnochadas que al apagarse nos dejan todavía más solos. Telaraña que los alambres tejen sobre las azoteas. Trote hueco de los jamelgos que pasan y nos emocionan sin razón. 

    • Este campo fue mar 
      de sal y espuma. 
      Hoy oleaje de ovejas, 
      voz de avena. 

      Más que tierra eres cielo, 
      campo nuestro. 
      Puro cielo sereno... 
      Puro cielo. 

      ¿De tu origen marino no conservas 
      más caracol que el nido del hornero?