Poema sin nombre, de Pablo de Rokha | Poema

    Poema en español
    Poema sin nombre

    Como una gran niebla ardida 
    desde todas las distancias emergiendo 
    o lo mismo que el horizonte... 

    Te recuerdo y vienen piando 
    las hojas marchitas del atardecer, 
    hermana, amiga, esposa, 
    a cantar la tonada del viaje y las guitarras 
    en las cruces lluviosas de mi padecimiento. 

    Llegas desde la orilla de las congojas sumas 
    con la cara trizada de eternidad y cantos. 

    Mis pájaros de alambre triste 
    se ahogan en tus crepúsculos, 
    y yo gimo mamando nieblas. 

    Voy como los perros mojados 
    a la siga de tu recuerd0, 
    sujetándome las palabras. 

    Desde tu ausencia está lloviendo, mi hijita; 
    las rotas lágrimas 
    extienden una gran cortina de pájaros agonizantes 
    encima de mi sueño enorme; 
    y desde la abertura de las noches caídas 
    cantan los gallos humosos... 

    (El invierno te llena de canciones amarillas). 

    Sé que todos los barcos que emigran van a fondear en tu corazón, 
    que las golondrinas saludan con su bandera azul, 
    la melancolía morena de tus actitudes deshojadas y vagabundas, 
    y voy edificando canciones 
    a la manera que grandes ciudades extranjeras. 

    ¡Quién degolló las gaviotas claras de la alegría 
    debajo de los ríos eternos?... 
    ¿Quién canta desde el Poniente, la canción de todas las tristezas? 
    ¿Quién enluta de llanto la enrojecida soledad, 
    alargándola en lo obscuro, obscuramente obscuro, 
    extendiéndola en lo amargo amargamente amargo 
    como una gran cama de sangre tronadora y crepuscular 
    o una gran manta violenta?... 

    ¡Ay! querida, el tiempo se ha parado como un águila en tu memoria. 

    Tú das al Universo este color rodante 
    y este rumor violeta cruzado de cigarras; 
    la inmensa bruma aquella viene de tus sollozos; 
    siento que se ha trizado la curva de la tierra 
    al peso colosal de tu pie entristecido. 

    Los cantos dorados del tiempo, o por mejor decirlo, los mundos llovidos del tiempo 
    tiritan amontonados encima de mi angustia, 
    y una gran paloma negra se suicida en las arboladuras del occidente. 

    La pena cuadrada, 
    el dolor animal y rotundo, la llagadura horrenda de sentirse 
    ¡medio a medio de la circunferencia!... 
    parado 
    ¡medio a medio de la circunferencia! 

    Niña-Winétt!... 
    Y tu actitud de pájaro haciendo con besos la puntería a mi corazón.