Entre incesantes,
improvisas fiestas,
¡cuán presto pasa el suspirado día
que bulliciosa turba en las florestas
consagrara al amor y la alegría!
¡Cuán presto!... Ved. -La tarde moribunda
los párpados entorna en Occidente,
Entre incesantes,
improvisas fiestas,
¡cuán presto pasa el suspirado día
que bulliciosa turba en las florestas
consagrara al amor y la alegría!
¡Cuán presto!... Ved. -La tarde moribunda
los párpados entorna en Occidente,
e inadvertida oscuridad profunda
va envolviendo al tropel indiferente...
Melancólico al fin lejos resuena
el toque de oración, eco de un mundo
que a Dios acude en su constante pena,
y, tétrica y medrosa,
la antes alegre turba bulliciosa
regresa a sus hogares
y al cotidiano afán de sus pesares.
¡Pasó, y no volverá! ¡Pasó aquel día
de vano aturdimiento y de locura
que les dispuso en la enramada umbría
el genio del placer y la hermosura!
-Helos tornar entre la sombra oscura...
¡Feliz aquel que vuelve aprisionado
en las redes de amor, y enamorada
ve a la prenda querida que a su lado
suspira por la luz de una mirada!
Pero, de tantas descuidadas risas,
de la danza frenética y del canto,
de los besos fiados a las brisas,
¿qué más le resta que mortal quebranto
al que en su pobre corazón vacío
tan sólo siente el gotear del llanto
que lento infiltra el implacable hastío?
Entre incesantes,
improvisas fiestas,
¡cuán presto pasa el suspirado día
que bulliciosa turba en las florestas
consagrara al amor y la alegría!
¡Cuán presto!... Ved. -La tarde moribunda
los párpados entorna en Occidente,