Una prostituta ella es la única mujer por mí invadida o acaso tampoco ella porque por más que me recuento no hallo vestigio de perfume o de célula o de compra o de club o de aquel taxi aunque allí estábamos todos, madre, los bienaventurados y los aventureros allí estábamos todos en la edad del vagabundeo y sin piernas sin piernas como el pobre Mori Ahio como él mordidos por un tren hambriento
pescadores de Galilea ha llegado la hora de la repesca.
Le dije que me llamaba Azul y gracias al cielo no era tan blanca como la peluquería Noëlle así que busqué en ella a las hijas del Atlas ambos sin el virus del amor aquel día la noche había bajado veloz por su tobogán de luces y sus estrellas eran nubes.
Madre, eres la mujer más lista del mundo después de Madame Curie o empatada con Madame Curie si exageramos un poco y yo por ti exagero un poco y hasta mucho más que un poco de azúcar en mi ruso señor camarero árabe poblando de parálisis mi alma mi museo de aromas tan mísero de aromas mi monotonía de caja de música orgulloso de soledades y de maldad pero sobre todo de bondad
soy todo lo bondadoso que puede ser un buitre que no es mucho y todo lo viejo que sabe ser un viejo que ya va siendo más mi alma de reposición y filmoteca tan fanática a su lado los locos se convierten en loqueros.
Minutos con ella entonces pronunciar las palabras mágicas palabras como baobab arrayán y otra vez baobab
pero no las pronuncié sobre su carne para perros carne para perros Lassie soy el perro que en la luna escarba una hoguera de signos y sólo la muerte me hace la vida imposible.
Madre, madre yo solo qué hielo soy yo que desconozco el argot del amor para ti quemo las penas que me frecuentan ven aquí donde te midan mis penas mezquinas como aritméticas
madre, tu imperdible el imperdible de tu tiempo tu tiempo imperdible
siempre he aquí tu permanecer sobre nuestra permanencia he aquí tu mezquita y tu río
... El Joven Carne de Horca levanta sus botas de bandolero muy por encima de su cara verdosa y envía a la escupidera un trozo de sí mismo sin envoltura alguna, pero a pesar de todo, alegre tras sus audacias, no se siente disminuido, el cambio le deja intacto.
Quiero pintar de blanco la hierba de la pradera y el compacto césped que recubre los jardines; todos pensarán que venció la fuerza del desierto y yo seré durante años el Dueño de la vida, dejando que me acaricie la tibieza del sueño alado