Son las nubes de almidón. ¡Estoy de besos henchido como una vela blanca! Alza mi alma un sonoro cáliz de ritmo de plata en la misa del sol y del verso bajo los cúmulos de algodón.
Esta es la fiesta de un hombre que emborrachó de emoción. ¿Quién te llevó por el río para besarte la falda? ¿Quién te decía los versos y te confiaba las cartas? ¿Quién te apretaba el meñique y los besos te robaba?
¡Ah, las nubes de almidón me poetizan la mañana! Nadie te cuenta mis gozos de almidón de nube blanca, y tu sombra me persigue por esta alegría larga... ¡Siga el canto! ¡Siga el canto!
¡Que el pecho me da en merengues un corazón de guitarras! Están de almidón los días y de almidón las semanas: días, semanas, días, semanas y siempre las alegrías de almidón por las mañanas.
¿Quién sorprendió los cariños y te contó las pisadas? ¿Quién se achicó en tus pupilas por culpa de una mirada? ¡Ah, la mañana se asombra de nubes almidonadas...!
Fiebre de luz y de sombra violentamente contrastan, las mismas que me dibujan y en tus ojos me retratan.
¿Fiesta? La de tus ojos. ¿Parranda? La de tu cara. Felicidad y alegría. ¡Triunfo de las nubes blancas! Conviérteme todo en besos para estamparme en tu cara.
Son las nubes de almidón. ¡Estoy de besos henchido como una vela blanca! Alza mi alma un sonoro cáliz de ritmo de plata en la misa del sol y del verso bajo los cúmulos de algodón.