El sueño, de Pedro Salinas | Poema

    Poema en español
    El sueño

    El sueño es una larga 
    despedida de ti. 
    ¡Qué gran vida contigo, 
    en pie, alerta en el sueño! 
    ¡Dormir el mundo, el sol, 
    las hormigas, las horas, 
    todo, todo dormido, 
    en el sueño que duermo! 
      
    Menos tú, tú la única, 
    viva, sobrevivida, 
    en el sueño que sueño. 
    Pero sí, despedida: 
    voy a dejarte cerca, 
    la mañana prepara 
    toda su precisión 
    de rayos y de risas. 
    Afuera, afuera, ya, 
    lo soñado flotante, 
    marchando sobre el mundo, 
    sin poderlo pisar, 
    porque no tiene sitio, 
    desesperadamente. 
      
    Te abrazo por vez última: 
    eso es abrir los ojos. 
    Ya está. Las verticales 
    entran a trabajar, 
    sin un desmayo, en reglas. 
    Los colores ejercen 
    sus oficios de azul, 
    de rosa, verde, todos 
    a la hora en punto. El mundo 
    va a funcionar hoy bien; 
    me ha matado ya el sueño. 
    Te siento huir, ligera, 
    de la aurora, exactísima, 
    hacia arriba, buscando 
    la que no se ve estrella, 
    el desorden celeste, 
    que es sólo donde cabes. 
    Luego, cuando despierto, 
    no te conozco casi, 
    cuando, a mi lado, tiendes 
    los brazos hacia mí 
    diciendo: '¿Qué soñaste?'. 
    Y te contestaría: 'No sé, 
    se me ha olvidado', 
    si no estuviera ya 
    tu cuerpo limpio, exacto, 
    ofreciéndome en labios 
    el gran error del día.

    Pedro Salinas (Madrid, 1891-Boston, 1951), autor de poemarios emblemáticos como Seguro azar, La voz a ti debida o El contemplado, es una figura clave del panorama cultural español del siglo XX. También cabe destacar su obra epistolar, en la que destaca Cartas a Katherine Whitmore y su Correspondencia (1923-1951) con el también poeta Jorge Guillén. Su vida, consagrada a la poesía y a la literatura, estuvo marcada por su exilio a Estados Unidos en 1936. 

    • Si te quiero 
      no es porque te lo digo; 
      es porque me lo digo y me lo dicen. 
      El decírtelo a ti, ¡Que poco importa 
      a esa pura verdad que es en su fondo 
      quererte! Me lo digo, 
      y es como un despertar de un no decirlo, 
      como un nacer desnudo, 

    • Qué alegría, vivir 
      sintiéndose vivido. 
      Rendirse 
      a la gran certidumbre, oscuramente, 
      de que otro ser, fuera de mí, muy lejos, 
      me está viviendo. 
      Que cuando los espejos, los espías, 
      azogues, almas cortas, aseguran 
      que estoy aquí, yo, inmóvil, 

    • ¿Serás, amor 
      un largo adiós que no se acaba? 
      Vivir, desde el principio, es separarse. 
      En el primer encuentro 
      con la luz, con los labios, 
      el corazón percibe la congoja 
      de tener que estar ciego y solo un día. 
      Amor es el retraso milagroso 

    • Quietas, dormidas están, 
      las treinta, redondas, blancas. 
      Entre todas 
      sostienen el mundo. 
      Míralas, aquí en su sueño, 
      como nubes, 
      redondas, blancas, y dentro 
      destinos de trueno y rayo, 
      destinos de lluvia lenta,