Volveré mañana porque soy viejo y tengo los pies muy resentidos e hinchados por la gota.
Pero volveré a marcharme pasado mañana, rejuvenecido por el asco. Para siempre jamás. Amén.
Pasado mañana no, el otro, volveré, paloma de raza mensajera, como ella estúpido, aunque no tan recto, ni blanco tampoco.
Emponzoñado de mitos, con las alforjas colmadas de blasfemias, huesudo y chupado y legañoso, príncipe desposeído hasta de sus sueños, Job de pocilga; con la lengua cortada, castrado, pasto de la piojería.
Tomaré el tren de vacaciones pagadas. Agarrado al tope. La tierra que fue nuestra herencia, huye de mí. Es un chorro entre las piernas que me rechaza. Herbaza, pedregal: signos de amor disueltos en vergüenza. ¡Oh, tierra sin ciclo!
Pero miradme: otra vez he vuelto. Solo, casi ciego de tanta lepra. Mañana me voy -no os engaño esta vez.
Sí, sí: me voy a gatas como el tatarabuelo, por el atajo de los contrabandistas hasta la línea negra de la muerte.
Salto entonces en las tinieblas ardientes, donde todo es extranjero. Donde vive desterrado el Dios antiguo de los padres.