Eso de hablarnos de usté
aunque estemos los dos solos,
y que de usté a mí me digas,
y yo de usté a ti te hable,
tiene una gracia..., es tan nuevo,
que rompe todos los moldes
del 'tú por tú', tan gastado
entre gente que se quiere.
Además, que, así de usté,
parece que a cualquier hora,
ya sea de noche o de día,
somos dos desconocidos
que acaban de conocerse...
-¿Quiere usté dar un paseo?
-¿Qué le parece la tarde?
-¿Verdá que es blanca esta rosa?
-Su reló va adelantado...
Y nos queremos los dos
cada vez con más locura,
y nuestras vidas son ya
dos ríos entrelazados...
y hemos partido la luna
como un pan de miga blanda,
la mitad, para tu boca,
la mitad, para la mía.
Llámame de usté ya siempre,
porque si de tú me hablaras,
romperías el encanto
de esta aristocracia nueva
del corazón y del beso
y de la esquina imprevista...
Mi vida, que yo te sienta,
muchas veces al oído,
decirme, cuando esté triste:
'¡Ay, cómo le quiero a usté'!