Las muertes de Sevilla, de Rafael de León | Poema

    Poema en español
    Las muertes de Sevilla

    A mis padres 
     
    De laurel, no de acero, 
    con falda de campanas y cristales, 
    la torre es un arquero 
    cuyos leves puñales 
    aun mojados de rosas son mortales. 

    El primero fue el río, 
    lo mató una magnolia en primavera 
    y se quedó vacío 
    color de nieve y cera 
    bendiciendo la mano que lo hiriera. 

    Más tarde fue la fuente 
    del Alcázar Real la fenecida 
    y cayó blandamente 
    en su taza dormida 
    igual que una paloma en vuelo herida. 

    Después fue la muralla, 
    con su manto morisco y almenado, 
    quien cayó en la batalla 
    sangrando en el costado 
    por un lirio galán y enamorado. 
    Y las rejas floridas 
    y la cruz de la plaza y la cancela, 
    recibieron heridas 
    del arquero que en vela 
    en la Giralda es novio y centinela. 

    En Sevilla se muere 
    con una muerte blanda y deseada, 
    y el dardo que te hiere 
    no es cuchillo ni espada, 
    que es de flor y de sol la puñalada. 

    Yo mismo estoy herido 
    por una rosa nueva y amarilla 
    que del cielo ha caído 
    dejando mi mejilla 
    salpicada con sangre de Sevilla. 

    Sé que no tengo cura 
    y no me quejo a nadie de mi suerte; 
    mi herida es mi ventura 
    y cuando caiga inerte 
    bendeciré al amor que me da muerte.