Para esta hora, de Ramón Irigoyen | Poema

    Poema en español
    Para esta hora

    Decir adiós, cuando uno aún no es viejo, 
    es como oler un perfume de hierbas 
    por la mañana, antes de ir al trabajo. 
    El baño se convierte en una sierra 
    anticipadamente fatigada. 
    El frasco de perfume es el emblema 
    de la montaña con tufillo a tinta 
    y en el espejo aletea un nardo 
    con las alas pisadas por la lluvia. 
    En el lavabo se ahogan unos tordos 
    que no pueden soltarse la corbata. 

    Decir adiós, cuando uno aún tiene ganas 
    de seguir por ahí a ver qué ocurre, 
    es respirar un humo que enamora, 
    por más que el humo, cuando es augurio 
    feliz, siempre lo es a corto plazo. 
    Aspirar hasta dentro el humo ese 
    es zambullirse en un río de soles 
    y sacarse un pañuelo del bolsillo 
    y alzar la mano a un árbol ya maduro 
    y limpiarle a la fruta los venenos 
    ante el asombro de las mariposas 
    que estaban ya poniéndose mohínas 
    al presentir en ese gesto 
    la tristeza de toda despedida. 

    Decir adiós, cuando uno tiene amor, 
    es imposible, pues los pies se agarran 
    a unos brazos con piel de golondrina 
    y uno se pierde en esos ojos grandes 
    y se esconde en el cielo de la boca 
    y siente que le nacen mil raíces 
    tan pobladas de pájaros y pájaras 
    que quiere aquí quedarse para siempre. 
    Decir adiós, estando enamorado, 
    es algo falso que la sangre niega. 

    Por eso hoy que estoy bien afincado, 
    nada puedo decir para esta hora, 
    aunque presiento oscuramente que 
    si muero en casa y alguien me acompaña, 
    le haré esta simple súplica: 
    por favor, abre bien esa ventana. 

    • Decir adiós, cuando uno aún no es viejo, 
      es como oler un perfume de hierbas 
      por la mañana, antes de ir al trabajo. 
      El baño se convierte en una sierra 
      anticipadamente fatigada. 
      El frasco de perfume es el emblema 
      de la montaña con tufillo a tinta