Esta noche, un primer movimiento, un pulso, como si la lluvia se acumulase en el pantano hasta romper y desbordarse: una presa que estalla, un tajo abriendo la cama de helechos. Tu espalda es una firme línea de costa del este y brazos y piernas se prolongan más allá de tus colinas graduales. Acaricio la palpitante provincia donde creció nuestro pasado. Soy el reino elevado por encima de tus hombros al que no halagarías ni puedes ignorar. La conquista es mentira. Envejezco tolerando tu orilla semi-independiente dentro de cuyos límites ahora mi legado culmina inexorable.
II
Imperialmente soy varón todavía, dejando para ti todo el dolor, el proceso de rendición en la colonia, el ariete, la barrera que explota desde dentro. El acta germinó en una obstinada quinta columna cuya postura crece de forma unilateral. Su corazón bajo tu corazón es un tambor de guerra que llama a filas a la fuerza. Sus parasitarios e ignorantes puños pequeños ya golpearon tus fronteras y sé que apuntan hacia mí por encima del agua. No veo ningún tratado que ponga a salvo por completo tu cuerpo hollado y estirado, el gran dolor que, como campo abierto, te deja en carne viva, una vez más.