Qué viento sopla en la soledad del mundo Para que yo me acuerde de los seres queridos Frágiles desolaciones aspiradas por la muerte Más allá de las torpes persecuciones del tiempo La tempestad se deleitaba ante su fin tan próximo Que la arena no redondeaba ya su dura cadera Pero en las montañas las bolsas de fuego Vaciaban con seguridad su luz de presa Pálida y corta como un amigo que se extingue Del cual nadie puede decir ya su contorno con palabras Y ninguna llamada en el horizonte tiene tiempo de socorrer Su forma mensurable inicuamente a su desaparición
Y así de un relámpago a otro El animal tiende siempre grupa amarga A lo largo de los siglos enemigos A través de los campos unos por ostentación otros por avaricia Y en su ruptura se perfila el recuerdo Como el tronco que cruje en señal de presencia Y de dispar necesidad
Existen también los frutos Y no olvido los trigales Y el sudor que les ha hecho crecer sube a la garganta Sabemos sin embargo el precio del dolor Las alas del olvido y las perforaciones infinitas A flor de vida Las palabras que no llegan a apoderarse de los hechos Apenas por servirse de ellos para reír. El caballo de la noche galopó desde los árboles al mar Y unió las riendas de mil oscuridades piadosas Se arrastró a lo largo de los setos Donde pechos humanos contenían el asalto Con todas las protestas colgadas a sus costados Entre inmensos rugidos que se agarraban Huyendo de la fuerza del agua Inconmensurables ellos se sucedían mientras que muy pequeños murmullos No podían ser abogados y sobrenadaban En la invencible soledad por donde desfilaban los túneles Las selvas los rebaños de ciudades los mares enjaezados Un solo hombre en el aliento de muchos países Reunidos en cascada y resbalando sobre una ola lisa De fuego desconocido que se introduce a veces en la noche Por la pérdida de quienes el sueño congrega En su profundo recuerdo
Pero no hablemos más de los que están unidos A las frágiles ramas a los malos humores de la naturaleza Aquellos incluso que sufren los golpes duros Tienden la nuca y en la alfombra de sus cuerpos Suenan las botas rígidas de los conquistadores Ellos han salido de mi memoria Los pájaros buscan otros primaverales empleos En sus cálculos remunerados Por rebaños deliciosos de enloquecimientos Con el viento en sus talones Que el desierto les sea contado Al diablo las delicadas advertencias Las diversiones amapolas y compañía El frío escarba El miedo sube El árbol se seca El hombre se agrieta Los postigos golpean El miedo sube Ninguna palabra es bastante tierna Para traer de nuevo al hijo de los caminos Que se pierde en la cabeza De un hombre al borde de la estación Él mira la bóveda Y mira al abismo Tabiques estancos
Qué viento sopla en la soledad del mundo Para que yo me acuerde de los seres queridos Frágiles desolaciones aspiradas por la muerte Más allá de las torpes persecuciones del tiempo La tempestad se deleitaba ante su fin tan próximo