Debo mucho a quienes no amo. El alivio con que acepto que son más queridos por otro.
La alegría de no ser yo el lobo de sus ovejas.
Estoy en paz con ellos y en libertad con ellos, yeso el amor ni puede darlo ni sabe tomarlo.
No los espero en un ir y venir de la ventana a la puerta. Paciente casi como un reloj de sol entiendo lo que el amor no entiende; perdono lo que el amor jamás perdonaría.
Desde el encuentro hasta la carta no pasa una eternidad, sino simplemente unos días o semanas.
Los viajes con ellos siempre son un éxito, los conciertos son escuchados, las catedrales visitadas, los paisajes nítidos.
Y cuando nos separan lejanos países son países bien conocidos en los mapas.
Es gracias a ellos que yo vivo en tres dimensiones, en un espacio no-lírico y no-retórico, con un horizonte real por lo móvil.
Ni siquiera imaginan cuánto hay en sus manos vacías.
«No les debo nada», diría el amor sobre este tema abierto.