Árbol de Diana, de Alejandra Pizarnik | Poema

    Poema en español
    Árbol de Diana



    He dado el salto de mí al alba. 
    He dejado mi cuerpo junto a la luz 
    y he cantado la tristeza de lo que nace 





    Éstas son las versiones que nos propone: 
    un agujero, una pared que tiembla… 





    sólo la sed 
    el silencio 
    ningún encuentro 
    cuídate de mí amor mío 
    cuídate de la silenciosa en el desierto 
    de la viajera con el vaso vacío 
    y de la sombra de su sombra 





    AHORA BIEN: 
    Quién dejará de hundir su mano en busca del tributo para la pequeña 
    olvidada. El frío pagará. Pagará el viento. La lluvia pagará. Pagará el 
    trueno. 

    A Aurora y Julio Cortázar 
     



    por un minuto de vida breve 
    única de ojos abiertos 
    por un minuto de ver 
    en el cerebro flores pequeñas 
    danzando como palabras en la boca de un mudo 





    ella se desnuda en el paraíso 
    de su memoria 
    ella desconoce el feroz destino 
    de sus visiones 
    ella tiene miedo de no saber nombrar 
    lo que no existe 





    Salta con la camisa en llamas 
    de estrella a estrella. 
    de sombra en sombra. 
    Muere de muerte lejana 
    la que ama al viento. 





    Memoria iluminada, galería donde vaga la sombra de lo que espero. 
    No es verdad que vendrá. No es verdad que no vendrá. 





    Estos huesos brillando en la noche, 
    estas palabras como piedras preciosas 
    en la garganta viva de un pájaro petrificado, 
    este verde muy amado, 
    este lila caliente, 
    este corazón sólo misterioso. 



    10 



    un viento débil 
    lleno de rostros doblados 
    que recorto en forma de objetos que amar 



    11 



    ahora 
    en esta hora inocente 
    yo y la que fui nos sentamos 
    en el umbral de mi mirada 



    12 



    no más las dulces metamorfosis de una niña de seda 
    sonámbula ahora en la cornisa de niebla 
    su despertar de mano respirando 
    de flor que se abre al viento 



    13 



    explicar con palabras de este mundo 
    que partió de mí un barco llevándome 



    14 



    El poema que no digo, 
    el que no merezco. 
    Miedo de ser dos 
    camino del espejo: 
    alguien en mí dormido 
    me come y me bebe. 



    15 



    Extraño desacostumbrarme 
    de la hora en que nací. 
    Extraño no ejercer más 
    oficio de recién llegada. 



    16 



    has construido tu casa 
    has emplumado tus pájaros 
    has golpeado al viento 
    con tus propios huesos 
    has terminado sola 
    lo que nadie comenzó 



    17 



    Días en que una palabra lejana se apodera de mí. Voy por esos días sonámbula y transparente. La hermosa autómata se canta, se encanta, se cuenta casos y cosas: nido de hilos rígidos donde me danzo y me lloro en mis numerosos funerales. (Ella es su espejo incendiado, su espera en hogueras frías, su elemento místico, su fornicación de nombres creciendo solos en la noche pálida.) 



    18 



    como un poema enterado 
    del silencio de las cosas 
    hablas para no verme 



    19 



    cuando vea los ojos 
    que tengo en los míos tatuados 



    20 



    dice que no sabe del miedo de la muerte del amor 
    dice que tiene miedo de la muerte del amor 
    dice que el amor es muerte es miedo 
    dice que la muerte es miedo es amor 
    dice que no sabe 

    A Laure Bataillon 
     

    21 



    he nacido tanto 
    y doblemente sufrido 
    en la memoria de aquí y de allá 

    22 

    en la noche 
    un espejo para la pequeña muerta 
    un espejo de cenizas 



    23 



    una mirada desde la alcantarilla 
    puede ser una visión del mundo 
    la rebelión consiste en mirar una rosa 
    hasta pulverizarse los ojos 



    24 



    (un dibujo de Wols) 
    estos hilos aprisionan a las sombras 
    y las obligan a rendir cuentas del silencio 
    estos hilos unen la mirada al sollozo 



    25 



    (exposición Goya) 
    un agujero en la noche 
    súbitamente invadido por un ángel 



    26 



    (un dibujo de Klee) 
    cuando el palacio de la noche 
    encienda su hermosura 
    pulsaremos los espejos 
    hasta que nuestros rostros canten como ídolos 



    27 



    un golpe del alba en las flores 
    me abandona ebria de nada y de luz lila 
    ebria de inmovilidad y de certeza 



    28 



    te alejas de los nombres 
    que hilan el silencio de las cosas 



    29 



    Aquí vivimos con una mano en la garganta. Que nada es posible ya lo sabían los que inventaban lluvias y tejían palabras con el tormento de la ausencia. Por eso en sus plegarias había un sonido de manos enamoradas de la niebla. 

    A André Pieyre de Mandiargues 
     

    30 



    en el invierno fabuloso 
    la endecha de las alas en la lluvia 
    en la memoria del agua dedos de niebla 



    31 



    Es un cerrar los ojos y jurar no abrirlos. En tanto afuera se alimenten de relojes y de flores nacidas de la astucia. Pero con los ojos cerrados y un sufrimiento en verdad demasiado grande pulsamos los espejos hasta que las palabras olvidadas suenan mágicamente. 



    32 



    Zona de plagas donde la dormida come 
    lentamente 
    su corazón de medianoche. 



    33 



    alguna vez 
    alguna vez tal vez 
    me iré sin quedarme 
    me iré como quien se va 

    A Ester Singer 
     

    34 



    la pequeña viajera 
    moría explicando su muerte 
    sabios animales nostálgicos 
    visitaban su cuerpo caliente 



    35 



    Vida, mi vida, déjate caer, déjate doler, mi vida, déjate enlazar de fuego, de silencio ingenuo, de piedras verdes en la casa de la noche, déjate caer y doler, mi vida. 



    36 



    en la jaula del tiempo 
    la dormida mira sus ojos solos 
    el viento le trae 
    la tenue respuesta de las hojas 

    A Alain Glass 
     

    37 



    más allá de cualquier zona prohibida 
    hay un espejo para nuestra triste transparencia 

    38 



    Este canto arrepentido, vigía detrás de mis poemas: 
    Este canto me desmiente, me amordaza.

    Alejandra Pizarnik nació en Buenos Aires, en 1936. Fue hija de un matrimonio de inmigrantes judíos de Europa del Este. A los diecisiete años inició estudios de Filosofía y Periodismo, más tarde se inscribió en la carrera de Letras, que también abandonó. Asistió a clases de pintura en el taller de Juan Batlle Planas y a los diecinueve años publicó su primer libro, La tierra más ajena. A este le siguieron La última inocencia (1956), Las aventuras perdidas (1958), Árbol de Diana (1962), Los trabajos y las noches (1965), Extracción de la piedra de la locura (1968) y El infierno musical (1971). Entre 1960 y 1964 vivió en París, donde hizo amistad con Julio Cortázar, Octavio Paz y André Pieyre de Mandiargues. Al regresar a Buenos Aires obtuvo el Premio Fondo Nacional de las Artes y la Beca Guggenheim. Alejandra Pizarnik murió a los treinta y seis años tras haber forjado una de las obras más profundas y perdurables del siglo XX. 

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