¿Qué podría decirte más, mi amor, ahora,
cuando lloran los ojos de la noche?
Estamos en silencio mientras muere
y nada te dice tu conciencia, nada.
Tenemos las alforjas cargadas de tristeza,
los campos ya se están poniendo grises,
mi emoción se desboca con el viento
y la quiebra aparece a nuestro lado.
Eres, mi amor, igual que una locura.
No vengas con el alma partida en dos sentidos,
cuando esta se pone desatada y tosca
con lujurias de urgencia de un amor sin fondo.
Más, tan pronto oscurece, frunzo el ceño;
tengo el cuerpo entumecido por la pena.
Me hablaron de que no es buena la ira
que entra cuando las manos se desunen.
Pienso en el beso aquél que su recuerdo abrasa
en ese aire de amor de tu versátil lluvia;
así eres tú que robas mis saudades
y dejas mi conciencia con sabor a ginebra.