Mi vaso de tubo mantiene el equilibrio sobre el curvado expendedor de papel higiénico. La rodaja de limón flota impávida entre cubos de hielo en descomposición. Meo con las manos en los bolsillos y la espalda contra la puerta del retrete. Milagrosamente estoy acertando. Toda clase de inmundicias se apelotonan bajo mis pies. Se me cierran los ojos. Mantengo el equilibrio. Alguien ha anudado un condón naranja en el tirador de la cisterna. Buen método para ahorrar agua.
* * *
Me reúno con Jota frente a los espejos. Ese tío de la piel grisácea, los ojos brillantes y los labios rojos no puedo ser yo. Me empapo la cara y salgo del baño. Voy a buscarme en este tugurio plagado de imbéciles. A ver si me encuentro.
Eres un inútil. No das un palo al agua. Eres un inútil. Lo único que haces es levantarte a la una. Eres un inútil. Lo único que haces es pasarte el santo día tirado en el sofá. ERES UN INÚTIL.
Me vacío con ojos borrosos. En el minúsculo cuarto de baño de hombres hay también una rubia despampanante. Treinta y pocos gloriosos años. Su pelo me roza la cara. 'Oye, estás tardando mucho, ¿no?'. Huele a cerveza, marihuana y sudor.
Cada día me asemejo un poco más al cadáver que seré. Algunas veces la evidencia me atenaza. Me paro frente al espejo. E intento verme morir. Segundo a segundo. Célula a célula. Una ojerosa imagen me devuelve la tentativa desde el otro lado.
Las finas hiedras se marchitan en las macetas de mamá. Procuran medrar, expandirse, pero el clima no lo consiente. Así que se limitan a ver pasar los coches, los perros, las nubes, las avispas, los transeúntes, las horas, los días, asomadas al balcón.
Frente a mí, un níveo maniquí femenino. Peluca encarnada y vagina de látex. Quiere absorber mi semen. Nutrirse de mi semilla. Inflar sus tejidos y aportarles la vitalidad de mi esperma.
Masticamos embutidos burgaleses frente a la Torre de Londres. Mientras un par de gaviotas defecan sobre los inmortales leones. Y una miríada de japoneses inmoviliza el instante.