He renunciado a ti. No era posible. Fueron vapores de la fantasía; son ficciones que a veces dan a lo inaccesible una proximidad de lejanía.
Yo me quedé mirando cómo el río se iba poniendo encinta de la estrella... Hundí mis manos locas hacia ella y supe que la estrella estaba arriba...
He renunciado a ti, serenamente, como renuncia a Dios el delincuente; he renunciado a ti como el mendigo que no se deja ver del viejo amigo; como el que ve partir grandes navíos con rumbos hacia imposibles y ansiados continentes; como el perro que apaga sus amorosos bríos cuando hay un perro grande que le enseña los dientes; como el marino que renuncia al puerto y el buque errante que renuncia al faro y como el ciego junto al libro abierto y el niño pobre ante el juguete caro.
He renunciado a ti, como renuncia el loco a la palabra que su boca pronuncia; como esos granujillas otoñales, con los ojos extáticos y las manos vacías, que empañan su renuncia, soplando los cristales en los escaparates de las confiterías... He renunciado a ti, y a cada instante renunciamos un poco de lo que antes quisimos y al final, cuántas veces el anhelo menguante pide un pedazo de lo que antes fuimos!
Yo voy hacia mi propio nivel. Ya estoy tranquilo. Cuando renuncie a todo, seré mi propio dueño; desbaratando encajes regresaré hasta el hilo. La renuncia es el viaje de regreso del sueño...
Madre, si me matan, que no venga el hombre de las sillas negras; que no vengan todos a pasar la noche rumiando pesares, mientras tú me lloras; que no esté la sala con los cuatro cirios y yo en una urna, mirando hacia arriba;