Te vistieron de gris con uniforme te dieron una chapa y una porra y saliste a la calle tan conforme con permiso oficial de armar camorra
dispuesto a demostrar todo lo enorme que es tu amor a la patria que en la gorra viene representada aquiliforme aunque en el fondo no es más que una zorra,
dejaste el azadón que hoy enmohecido dormita en el corral que abandonaste -se puede uno ganar bien el cocido sin trabajar-: aquel maldito traste áspero sucio feo retorcido no es como la pistola: ¡qué contraste!
Tu represión de niña emancipada te hace empuñar con asco amortiguado la boquilla del rubio que apresuras en consumir para quemar el tiempo de la espera -la pantera se aburre en el acecho a cuestas con su espléndido pelaje-
La rosaleda del chalé mantiene relaciones cordiales con la baja maleza del camino Esto bastaba para hacer una fábula, un cuento edificante sobre la abolición de las barreras sociales por amor. Añadiríamos que una abeja dorada es la correveidile