Los enfermos y los médicos, de Antonin Artaud | Poema

    Poema en español
    Los enfermos y los médicos

    La enfermedad es un estado, 
    la salud no es sino otro, 
    más desagraciado, 
    quiero decir más cobarde y más mezquino. No hay enfermo que no se haya agigantado, no hay sano que un buen día 
    no haya caído en la traición, por no haber querido estar enfermo, 
    como algunos médicos que soporté. 
        He estado enfermo toda mi vida y no pido más que continuar estándolo, 
    pues los estados de privación de la vida me han dado siempre mejores indicios 
    sobre la plétora de mi poder que las creencias pequeño burguesas de que: BASTA LA SALUD 
        Pues mi ser es bello pero espantoso. Y sólo es bello porque es espantoso. Espantoso, espanto, formado de espantoso. 
        Curar una enfermedad es criminal Significa aplastar la cabeza de un pillete mucho menos codicioso que la vida Lo feo con-suena. Lo bello se pudre. 

    Pero, enfermo, no significa estar dopado con opio, cocaína o morfina. 
    Y es necesario amar el espanto de las fiebres. 
    la ictericia y su perfidia 
    mucho más que toda euforia. 

    Entonces la fiebre, la fiebre ardiente de mi cabeza, 
    -pues estoy en estado de fiebre ardiente desde hace cincuenta años que tengo de vida- me dará mi opio, -este ser- éste 
    cabeza ardiente que llegaré a ser, opio de la cabeza a los pies. 
    Pues, 
    la cocaína es un hueso, 
    la heroína, un superhombre de hueso. 

    Ca itrá la sará cafena 
    Ca itrá la sará cafá 

    y el opio es esta cueva 
    esta momificación de sangre cava, 
    este residuo de esperma de cueva, 
    esta excrementación de viejo pillete, 
    esta desintegración de un viejo agujero, 
    esta excrementación de un pillete, 
    minúsculo pillete de ano sepultado, 
    cuyo nombre es: 
    mierda, pipí, 
    Con-ciencia de las enfermedades. 
    Y, opio de padre a higa, 
    higa, que a su vez, va de padre a hijo,- 
    es necesario que su polvillo vuelva a ti 
    cuando tu sufrir sin lecho sea suficiente. 

    Por eso considero 
    que es a mí, enfermo perenne, 
    a quien corresponde curar a todos los médicos, 
    -que han nacido médicos por insuficiencia de enfermedad- 
    y no a médicos ignorantes de mis estados espantosos de enfermo, 
    imponerme su insulinoterapia, 
    salvación de un mundo postrado. 

    Aldo Pellegrini