Enamórate de lo que no tiene forma. Mira a tu alrededor: el palmeral de las columnas. En algún lugar del bosque de tu vida estás perdido. Sólo te tienes a ti y a tu corazón palpitando. Te detienes, estás quieto. Sólo cuando el cuerpo permanece en pie es noble visto desde arriba. Estás quieto y todo en torno a ti gira. Dios es este bosque de columnas que no cesa. Que hace rumor de su propio extravío. Dios, como tú, está quieto. Tan quieto que, mirado, causa vértigo. Igual que estas columnas y estas arcadas, que no tienen principio ni fin. Estás perdido, pero navegas por el sensorio de Dios. Pisando la quibla a un lado y otro tuyo se abre la marea celeste. Empiezas a estar en el centro cuando la ebriedad de lo infinito despierta en ti y suavemente te acomete. Enamórate de lo que no tiene forma. Perdiéndote en la geometría de Dios encuentras que toda recta confluye en un punto que se curva y que vuelve. Dios se siente en el mihrab. Es un rumor bajo la cúpula. Es un espejo de mármol que te mira y está vivo. Te enamorarás de lo que no tiene forma.
Enamórate de lo que no tiene forma. Mira a tu alrededor: el palmeral de las columnas. En algún lugar del bosque de tu vida estás perdido. Sólo te tienes a ti y a tu corazón palpitando. Te detienes, estás quieto. Sólo cuando el cuerpo
¿No lo habéis oído? ¿No habéis oído aún su gran rumor esparciéndose desde lo alto, abriéndose paso en el corazón de las gentes? Es el Acuario que sobre las ciudades vuela, sobre los mares, sobre las frentes pasa de todas las criaturas.