Como, tal vez, en los
ruinosos muros
de antiguo monumento,
recuerdo del poder, de la hermosura,
de la virtud o el genio,
su cifra graba, con ardiente mano,
atónito el viajero,
para que, más allá de su sepulcro,
halle en la tierra un eco;
Como, tal vez, en los
ruinosos muros
de antiguo monumento,
recuerdo del poder, de la hermosura,
de la virtud o el genio,
su cifra graba, con ardiente mano,
atónito el viajero,
para que, más allá de su sepulcro,
halle en la tierra un eco;
¡Así en tu libro, donde tantos otros,
mi oscuro nombre dejo,
para que eterno brille entre sus hojas
y oculto su recuerdo
y plegue a Dios que siempre, cuando fijes
en él tus ojos bellos,
sonrían tus labios, evocando pura
memoria de amistad tu pensamiento!
********
Mi pecho enciende en misterioso fuego
plácida imagen, que en mi mente vaga;
nombre, más dulce que la miel hiblea,
vibra en mi alma.
Do quiera tiendo la mirada ansiosa,
do quiera leve murmullo se levanta,
sueño de amor, la imagen me aparece,
y escucho esa palabra.
¿Nunca en sus alas la llevó a tu oído
la brisa el penetrar por tu ventana?
Es que en mis labios sin sonido flota,
y espira en mi garganta.
Pero si un punto de tus negros ojos
brilla en los míos celestial mirada,
ellos dirán en su lenguaje mudo
lo que mis labios callan.
¡Mírame! busca en mi semblante triste
ese secreto que mi pecho guarda,
y dime, ¡ah! ¡dime que alentar me es dado
siquiera una esperanza!
Tiñe el rubor con sonrosadas tintas
tus mejillas de nácar,
como los tibios rayos de la aurora
las nubecillas blancas.
Tiembla en el fondo de tus negros ojos
húmeda tu mirada,
como en el seno de las aguas tiembla
estrella solitaria.
Alza y deprime tu nevado seno
agitación extraña,
cual de la blanca tórtola en el nido
miro agitarse el ala.
Y, al peso de ignorado pensamiento,
doblas la frente cándida,
como el lirio, que inclina su corola
al beso de las auras.
Y de las flores con inquieta mano,
hoja tras hoja arrancas,
y alzas a mí los ojos un instante,
quieres hablar... ¡y callas!
¡Ah! si al poeta concedió el Eterno
la inspiración, que a descifrar alcanza
ese confuso y vago y misterioso
lenguaje de las almas;
Si veo tu rostro, que el rubor colora,
si veo tu frente, que en silencio bajas,
¿a qué, luz de mis ojos, alma mía,
pregunto si me amas?
Madrid.