Inéditos, de Armando Uribe Arce | Poema

    Poema en español
    Inéditos

    La muerte despiadada no hace excepciones: uno 
    por uno nos recoge del suelo en que vagamos 
    como hormigones negros –cuando menos pensamos 
    pero en nada pensamos– cuando nos llega el turno 
    despiadada nos coge con sus pinzas de fierro 
    nos traslada al lugar de nuestro entierro. 

    La catástrofe el holocausto el fin 
    del mundo el cielo y el infierno 
    la loca el imbécil y el estafermo 
    bailando en honor del delfín 
    que me lleva en su lomo 
    y en la cabeza tengo un cono 
    con las letras: culpable 
    pues me prohiben que hable. 

    La baja estofa y la mala ralea, 
    los mentecatos, los canallas 
    y los mediocres sus primeros hermanos 
    por más que mucho se laven las manos 
    y alcen como abanicos sus agallas, 
    muy mal olor que no se orea. 

    Siniestra sordidez, abre tus alas de paraguas, 
    agítate murcielago peludo, 
    calvo, panzón, desnudo, 
    rondan la cama mariposas vagas. 
    Este, que fue mi amigo ya no lo es. 
    Siniestra sordidez 
    de todo lo que me rodea, 
    todos sonriendo y portando una tea. 

    Los zorros y los lobos tienen sus madrigueras 
    pero el hijo del hombre los hijos de los hombres 
    ¿dónde reposan dónde descabezan 
    sus sueños? Pesadillas. ¡Y que troten 
    las caballerías de los degüellos! 
    Que se abra el lacre de los sellos. 

    “No comen, ni tienen excrementos mayores: 
    aunque es opinión que les crecen las uñas, 
    las barbas y los cabellos”. 
    ¡Encantados cadáveres! Amores 
    sepultados ahora son pezuñas 
    que se mezclan con vellos. 

    • La muerte despiadada no hace excepciones: uno 
      por uno nos recoge del suelo en que vagamos 
      como hormigones negros -cuando menos pensamos 
      pero en nada pensamos- cuando nos llega el turno 
      despiadada nos coge con sus pinzas de fierro 

    • La muerte despiadada no hace excepciones: uno 
      por uno nos recoge del suelo en que vagamos 
      como hormigones negros –cuando menos pensamos 
      pero en nada pensamos– cuando nos llega el turno 
      despiadada nos coge con sus pinzas de fierro 

    • /1/ 



      Sic transit gloria mundi, y las miserias 
      también son transitorias -las frecuentes 
      desgracias y la muerte de las fuentes 
      que se secan -el pasto de las eras 
      se estraga -y en las ferias 
      de los vivientes danzan calaveras.