Me da miedo despertar, abrir los ojos, sentir que en mí permanecen, implacables, los dolores y los recuerdos. Metáforas, filosofías, pitagóricas ecuaciones y no poder ni siquiera resolver el alba.
Y no hablemos de mundo. Yo no tengo mundo, apenas un hueco donde sólo cabe mi esqueleto. Yo no quiero acabar crucificado al calendario, atado al mismo invierno, a la misma lámpara.
Qué soledad la de este cuarto, me da muertes de periódico, y quema hasta las cenizas el niño que llevo adentro. Qué desgracia la de este siglo, la de este cotidiano desayuno de sombra y sangre del que no quiero probar ni una gota.
Adónde ir, cómo saber entre tanta máquina, entre tanta música confusa. A qué viento obedecer, en qué espejo mirarme. Dolores y recuerdos, tengo miedo. Puentes y caminos, pájaros idos, caigo, caigo.
Este permanente combate contra una hoja en blanco, ¿qué ofrece a mi vida? Quizá menos que la astilla que me da en pleno rostro cuando ando por las calles hacia mi calle. El aire que no arde, los ojos enrojecidos, límites inapelables: vigilia de la brizna,
Me da miedo despertar, abrir los ojos, sentir que en mí permanecen, implacables, los dolores y los recuerdos. Metáforas, filosofías, pitagóricas ecuaciones y no poder ni siquiera resolver el alba.