Te digo que ésta ha sido la primera vez que amé. Si la tierra que ahora pisas se hundiera con nosotros, si aquel río que nos vigila detuviera el paso, sabrías que es verdad, que te he buscado desde niño en las piedras, en el agua de aquella fuente de mi plaza. Tú, tan flor, tan luz de primavera, dime, dime que no es mentira este milagro, la multiplicación de mi alegría, los panes y los peces de tu pecho. Contéstame. No quiero hablar yo solo, estar -yo solo- alegre. Te amo. ¡Fuego, la mañana hace fuego y nos golpea los corazones! Levantémoslos arriba, siempre arriba. Alguien nos lleva, alguna mano pura nos empuja. Aire en el aire, iremos a aquel monte. Cristal en el cristal más limpio, un día nos miraremos hasta emocionarnos. Y ya lo estamos como nunca. Dame la mano. Si me dices que eche al río mis versos, yo los echaré, si quieres que arranque aquella flor y te la traiga, te la traeré. Pero anda, ven conmigo. ¿Ves un pinar allá a lo lejos? Vamos. Ya todo es nuestro: el buen camino, el árbol, la generosa claridad del día.
Te digo que ésta ha sido la primera vez que amé. Si la tierra que ahora pisas se hundiera con nosotros, si aquel río que nos vigila detuviera el paso, sabrías que es verdad, que te he buscado desde niño en las piedras, en el agua
Qué niño irá a caballo pensativo hacia el mar insondable para contarnos una dura historia de despojos guerreros y de hambre como aquel mediodía que revive aún hoy bajo los cascos sollozantes. Tal vez la vida sea para otros asunto menos grave
Me pregunto si un hombre, ante estas playas, tiene derecho a que se acuerden de su amor, de lo que antes pronunciaron sus labios, de sus pasos por los caminos con sol, o de sus manos que en la noche se hundían alguna vez, o iban entrelazadas a las tuyas