Me pregunto si un hombre, ante estas playas, tiene derecho a que se acuerden de su amor, de lo que antes pronunciaron sus labios, de sus pasos por los caminos con sol, o de sus manos que en la noche se hundían alguna vez, o iban entrelazadas a las tuyas como a un presente vivo de cristales.
Y si así fuera, si tú me esperaras, he de tender los brazos en este mar del norte y arribaría a ti. Porque si en este instante tú estás allí con caracolas, acercando tu olvido a mis palabras, y si las sientes como verdaderas, yo no estoy olvidado.
Diez, doce barcas de los pescadores, como atadas también a mi esperanza, están aquí y están tirando de mí mismo, o quizá no estén tan cerca y sí en la lejanía. Mi corazón podría recordarlas, llevarlas a otro tiempo. Barcas que vi a tu lado una mañana, en España, a dos pasos de la felicidad de estar contigo.
Te digo que ésta ha sido la primera vez que amé. Si la tierra que ahora pisas se hundiera con nosotros, si aquel río que nos vigila detuviera el paso, sabrías que es verdad, que te he buscado desde niño en las piedras, en el agua
Qué niño irá a caballo pensativo hacia el mar insondable para contarnos una dura historia de despojos guerreros y de hambre como aquel mediodía que revive aún hoy bajo los cascos sollozantes. Tal vez la vida sea para otros asunto menos grave
Me pregunto si un hombre, ante estas playas, tiene derecho a que se acuerden de su amor, de lo que antes pronunciaron sus labios, de sus pasos por los caminos con sol, o de sus manos que en la noche se hundían alguna vez, o iban entrelazadas a las tuyas