Estoy solo. La niñez vuelve a veces con sus blancos cuadernos de ternura. Oigo entonces el ruido del molino y siento el peso de los días caer desde la torre de la iglesia con un sonido de aves de ceniza. Pienso qué harás ahora frente al camino blanco por el que cierto día pasó mi soledad. ¿En dónde estás? ¿Qué haces? ¿Bajas aún al pueblo los domingos? ¿Y a la feria de rosas de castilla?
Recuerdo: tenían tus pupilas color de té y de arenilla y bullían en el fondo de tus ojos esos mínimos puntos luminosos con que escriben los músicos las más azules y hondas melodías.
Cómo recuerdo tu cabello, hecho con las panojas del estío y con la leve arborescencia fina de la miel del topacio, y de la crencha ardiente de la espiga.
Tenías creo ya sobre los senos dorados terroncitos y algo como el azul de la azucena... Tenías creo ya sobre las sienes la sagrada blancura de la nieve y una hebra distante y tan delgada que moría en el cielo. ¿Tienes aún ese hoyo de nardo en la sonrisa? ¿Y ese nudo de rosas que te rodeaba los tobillos?
¿Por qué tu andar me ha parecido siempre el temblor de un jilguero entre los mimbres? ¿Recuerdas esos barcos de papel cargados de semillas que, a veces, pusimos en el río?
Llevaban como en éxtasis nuestras más dulces lilas. Todas han muerto en soledad y en frío.
¿Y el pan que abrimos juntos con los dientes? Salió de él como un ángel su perfume. Aquí hay pan abundante, pero no tiene aroma y la ternura esconde como un niño las manos. Qué extraño es todo lo que me rodea! Volveré algún día. El maestro de capilla de la aldea tocará para los dos aquella música que tiende sobre un río siete puentes de rosas.
Y por ahora basta. Volveré algún día. Afuera son las nueve de la noche. Se esconden poco a poco mis palabras...
Estoy solo. La niñez vuelve a veces con sus blancos cuadernos de ternura. Oigo entonces el ruido del molino y siento el peso de los días caer desde la torre de la iglesia con un sonido de aves de ceniza. Pienso qué harás ahora frente al camino blanco
Espacio, me has vencido. Ya sufro tu distancia. Tu cercanía pesa sobre mi corazón. Me abres el vago cofre de los astros perdidos y hallo en ellos el nombre de todo lo que amé. Espacio, me has vencido. Tus torrentes oscuros