Los desgraciados, de César Vallejo | Poema

    Poema en español
    Los desgraciados

    Ya va a venir el día; da 
    cuerda a tu brazo, búscate debajo 
    del colchón, vuelve a pararte 
    en tu cabeza, para andar derecho. 
    Ya va a venir el día, ponte el saco. 

    Ya va a venir el día; ten 
    fuerte en la mano a tu intestino grande, reflexiona, 
    antes de meditar, pues es horrible 
    cuando le cae a uno la desgracia 
    y se le cae a uno a fondo el diente. 

    Necesitas comer, pero, me digo, 
    no tengas pena, que no es de pobres 
    la pena, el sollozar junto a su tumba; 
    remiéndale, recuerda, 
    confía en tu hilo blanco, fuma, pasa lista 
    a tu cadena y guárdala detrás de tu retrato. 
    Ya va a venir el día, ponte el alma. 
    Ya va a venir el día; pasan, 
    han abierto en el hotel un ojo, 
    azotándolo, dándole con un espejo tuyo... 
    ¿Tiemblas? Es el estado remoto de la frente 
    y la nación reciente del estómago. 
    Roncan aún... ¡Qué universo se lleva este ronquido! 
    ¡Cómo quedan tus poros, enjuiciándolo! 
    ¡Con cuántos doses ¡ay! estás tan solo! 
    Ya va a venir el día, ponte el sueño. 

    Ya va a venir el día, repito 
    por el órgano oral de tu silencio 
    y urge tomar la izquierda con el hambre 
    y tomar la derecha con la sed; de todos modos, 
    abstente de ser pobre con los ricos, 
    atiza 
    tu frío, porque en él se integra mi calor, amada víctima. 
    Ya va a venir el día, ponte el cuerpo. 

    Ya va a venir el día; 
    la mañana, la mar, el meteoro, van 
    en pos de tu cansancio, con banderas, 
    y, por tu orgullo clásico, las hienas 
    cuentan sus pasos al compás del asno, 
    la panadera piensa en ti, 
    el carnicero piensa en ti, palpando 
    el hacha en que están presos 
    el acero y el hierro y el metal; jamás olvides 
    que durante la misa no hay amigos. 
    Ya va a venir el día, ponte el sol. 

    Ya viene el día; dobla 
    el aliento, triplica 
    tu bondad rencorosa 
    y da codos al miedo, nexo y énfasis, 
    pues tú, como se observa en tu entrepierna y siendo 
    el malo ¡ay! inmortal, 
    has soñado esta noche que vivías 
    de nada y morías de todo...

    César Vallejo, uno de los poetas hispanoamericanos más destacables del siglo XX, nació en Santiago de Chuco, Perú, en 1892. Estudió medicina, filosofía, derecho y ejerció el magisterio. Constantes en la obra de Vallejo son la solidaridad con el sufrimiento humano, su rebeldía contra la sociedad, la fe en la utopía revolucionaria y la muerte. En 1918 publicó Los heraldos negros, su primer libro de poemas, de influencia modernista. Fue encarcelado en 1920 al ser acusado injustamente de robo e incendio durante una revuelta. En ese tiempo escribió algunos de los poemas que formarían su segundo libro, Trilce. En 1923 se trasladó a Europa. Estuvo en París, en donde conoció a Gris, a Huidobro, fundó la revista Favorables París Poema y terminaría siendo expulsado por razones políticas. En Moscú conoció a Maiakovski. En 1931 se trasladó a España, se afilió al Partido Comunista y publicó Rusia en 1931. Reflexiones al pie del Kremlin y su novela social Tungsteno. Al año siguiente regresó a París, en donde vivió de forma clandestina. Cuando estalló la Guerra Civil española, recogió fondos para la causa republicana y viajó a Madrid y Barcelona para participar en distintos congresos de escritores. Murió en París en 1938. Un año después se publicó su poema más político, España, aparta de mí este cáliz, y una recopilación de su obra poética con el título de Poemas humanos.