Ello es que el lugar donde me pongo, de César Vallejo | Poema

    Poema en español
    Ello es que el lugar donde me pongo

    Ello es que el lugar donde me pongo 
    el pantalón, es una casa donde 
    me quito la camisa en alta voz 
    y donde tengo un suelo, un alma, un mapa de mi España. 
    Ahora mismo hablaba 
    de mí conmigo, y ponía 
    sobre un pequeño libro un pan tremendo 
    y he, luego, hecho el traslado, he trasladado, 
    queriendo canturrear un poco, el lado 
    derecho de la vida al lado izquierdo; 
    más tarde, me he lavado todo, el vientre, 
    briosa, dignamente; 
    he dado vuelta a ver lo que se ensucia, 
    he raspado lo que me lleva tan cerca 
    y he ordenado bien el mapa que 
    cabeceaba o lloraba, no lo sé. 

    Mi casa, por desgracia, es una casa, 
    un suelo por ventura, donde vive 
    con su inscripción mi cucharita amada, 
    mi querido esqueleto ya sin letras, 
    la navaja, un cigarro permanente. 
    De veras, cuando pienso 
    en lo que es la vida, 
    no puedo evitar de decírselo a Georgette, 
    a fin de comer algo agradable y salir, 
    por la tarde, comprar un buen periódico, 
    guardar un día para cuando no haya, 
    una noche también, para cuando haya 
    (así se dice en el Perú — me excuso); 
    del mismo modo, sufro con gran cuidado, 
    a fin de no gritar o de llorar, ya que los ojos 
    poseen, independientemente de uno, sus pobrezas, 
    quiero decir, su oficio, algo 
    que resbala del alma y cae al alma. 

    Habiendo atravesado 
    quince años; después, quince, y, antes, quince, 
    uno se siente, en realidad, tontillo, 
    es natural, por lo demás ¡qué hacer! 
    ¿Y qué dejar de hacer, que es lo peor? 
    Sino vivir, sino llegar 
    a ser lo que es uno entre millones 
    de panes, entre miles de vinos, entre cientos de bocas, 
    entre el sol y su rayo que es de luna 
    y entre la misa, el pan, el vino y mi alma. 

    Hoy es domingo y, por eso, 
    me viene a la cabeza la idea, al pecho el llanto 
    y a la garganta, así como un gran bulto. 
    Hoy es domingo, y esto 
    tiene muchos siglos; de otra manera, 
    sería, quizá, lunes, y vendríame al corazón la idea, 
    al seso, el llanto 
    y a la garganta, una gana espantosa de ahogar 
    lo que ahora siento, 
    como un hombre que soy y que he sufrido. 

    César Vallejo, uno de los poetas hispanoamericanos más destacables del siglo XX, nació en Santiago de Chuco, Perú, en 1892. Estudió medicina, filosofía, derecho y ejerció el magisterio. Constantes en la obra de Vallejo son la solidaridad con el sufrimiento humano, su rebeldía contra la sociedad, la fe en la utopía revolucionaria y la muerte. En 1918 publicó Los heraldos negros, su primer libro de poemas, de influencia modernista. Fue encarcelado en 1920 al ser acusado injustamente de robo e incendio durante una revuelta. En ese tiempo escribió algunos de los poemas que formarían su segundo libro, Trilce. En 1923 se trasladó a Europa. Estuvo en París, en donde conoció a Gris, a Huidobro, fundó la revista Favorables París Poema y terminaría siendo expulsado por razones políticas. En Moscú conoció a Maiakovski. En 1931 se trasladó a España, se afilió al Partido Comunista y publicó Rusia en 1931. Reflexiones al pie del Kremlin y su novela social Tungsteno. Al año siguiente regresó a París, en donde vivió de forma clandestina. Cuando estalló la Guerra Civil española, recogió fondos para la causa republicana y viajó a Madrid y Barcelona para participar en distintos congresos de escritores. Murió en París en 1938. Un año después se publicó su poema más político, España, aparta de mí este cáliz, y una recopilación de su obra poética con el título de Poemas humanos.