Aún caerá la lluvia sobre dulces empedrados, una lluvia ligera como un hálito o un paso. Aún la brisa y el alba florecerán ligeras como bajo tu paso, y tú regresarás. Entre flores y alféizares, los gatos lo sabrán.
Llegarán otros días, llegarán otras voces. Sonreirás sola. Los gatos lo sabrán. Oirás viejas palabras, vanas y cansadas como vestidos usados de las fiestas pasadas.
Tú también harás gestos. Responderás palabras; rostro de primavera, tú también harás gestos.
Los gatos lo sabrán, rostro de primavera, y la lluvia ligera, el alba de jacinto, que el corazón lacera de quien no te espera, son la triste sonrisa que tú sonríes sola, Llegarán otros días, voces y despertares. Sufriremos al alba, rostro de primavera.
Caminamos una tarde por la falda de un cerro, silenciosos. En la sombra del tardo crepúsculo mi primo es un gigante vestido de blanco, que se mueve pacato, con su rostro bronceado, taciturno. Callar es nuestra virtud.
Ceno cualquier cosa junto a la clara ventana. El cuarto tiene ya la oscuridad del cielo. Al salir, las calles tranquilas conducen, en pocos pasos, al campo abierto. Como y miro el cielo —quién sabe cuántas mujeres