En el sercreo arsenal del cuartel
me paseo de rincón en rincón
y la sangre sobresaltada me recorre
como alguien desesperado por salvarse.
Invoco potestades y serafines
para ocupar el sitio que me corresponde
en el banquete de los liberados.
Una voz me atormenta sin cesar
oigo correr verdugos sin boletos
en esa misma red de soledad
donde el zapato se encuentra con la rosa
en un hermoso charol de fantasías...
De pronto,
el corazón me salta como estrella diurna
y todos los nudos se desatan
en una caravana de atropellos.
Riela la luz en las sombras
y me deslío en el encuentro con mis culpas
una provincia más estrecha que mi cuarto
y el ruín monolito se derrumba
ante el mar vital de los abrazos.