¿No he venido hasta aquí a contemplar
cómo crece la luz sembrada en estos cielos
y a sembrarme en el alma este riego de estrellas
que es fruto de la noche? ¿No he traído mi pecho
a esta altura nocturna para sentir que el aire
arroja por los montes las semillas
ardientes de su espíritu y la tierra,
que ya es casi de luz, se ve abonada,
de horizontes celestes, de espacios infinitos
y ritmos planetarios? Y a través de estos fuegos
que él inflama en su aliento, y al rumor
de estas sombras que en él vuelan incendiadas
¿no respiro yo a los seres abiertos en su vuelo,
no abono mis sentidos en la plena alianza
y al fin, sobre esta cumbre, donde el cielo y el éter
se han unido sin tregua con la tierra y la luz,
no me renuncio a mí por esta vida más alta?
Ahora no soy nada sino un espacio puro
que en medio de la noche
es carne del misterio y fuego inmolado que arde
en la naturaleza. Sin conocer conozco,
sin gustar gusto del mundo, sin conciencia
me creo. Tengo cegados los ojos por un rayo
de estrellas y su luz alumbra mi alma con la ebriedad
de lo eterno. Está la noche en mí y el viento en mí
y las fuerzas que brotan secretas de los montes
con su estela de fuego: el olivar, la fuente,
el olor de las jaras suspendiendo el sentido,
los rebaños dispersos por la intemperie
del campo, con su mirada abierta
al fulgor de los cielos.
Y yo soy estos prados, y los barrancos de luz
en que se vierte la luna, y estas zarzas
que arden, como mi pensamiento,
en el sagrado vínculo del cielo constelado.
¡Esta es mi muerte al fin y mi renuncia plena!
¡De ellas nace esta unión y esta agua clara
del arroyo que pasa y es materia bendecida!
La cojo en mí, y en las sombras respira
con mi aliento, y al beberla hago mío
el fondo originario del que surge,
y míos son los seres que dejaron su imagen
reflejada en su seno. Estos huertos son míos
y su humedad que exhala la fragancia del alma.
Y míos son los frutos que maduran el tiempo,
los surcos del germinar y las semillas,
que reclaman desde lo hondo, un corazón
de ser, un tallo hacia la luz, un destino de música
que sólo yo puedo darle porque también es mío.
Por eso son un acto de amor estos montes
en mi corazón redimido, y mi corazón
materia, sacramento, vuelo
de la tierra incendiada. Siento latir mi pulso
con su horizonte abierto, ser su universo el mío
en el rumor del aire, compartir su misterio
de elemento celeste que reúne distancias,
cercanías, cosas, seres,
lo oculto de las cosas, lo oculto de los seres
en este fuego de purificación.
Así mi corazón vive desnudo
pues poseer para él es despojarse, entregarse a la vida
mientras más vida fluye por la ribera limpia
de sus venas, hechos lumbre de amor mi corazón
y el mundo para que todo vuelva a confundirse
y sean en el espacio comunión, pasión, enigma,
un solo astro, un solo viento, un mismo fuego.
Aquí ya no hay distancia, ya se ha roto el dolor.
¡Esto es la transparencia! Ahora salgo de mí
y sólo encuentro mi alma, y miro a mis adentros
y sólo el mundo contemplo.