Soliloquio de la purificación, de Diego Doncel | Poema

    Poema en español
    Soliloquio de la purificación

    Y si ahora todo es azul, y de un rumor 
    sagrado, y los bosques, los pájaros, 
    el aire, la tierra entera son una alianza 
    de claridad, ¿no he de beber yo su fuego, 
    no he de nutrirme hasta estar a puro 
    con sus ardientes formas terrenales, darme 
    salud de savia nueva, que al alzarme 
    como se alzan sus ramos y sus vuelos 
    a lo alto de la luz, me fecundaré de trinos, 
    de lluvias, de sol, de tarde rumorosa? 
    ¿Y no he de limpiar ahora mi vida 
    en el rocío que viene de los cielos? 

    Esa será la aventura que ha de vivir 
    mi corazón y sólo este perderme 
    en las cosas del mundo 
    será lo que me redima. 
    Con renunciar a mí mismo 
    renunciaré a este miedo que me extravía 
    el fervor, a esta conciencia herida 
    que sólo siente vértigos y se enajena, 
    a esta memoria en la que un oráculo 
    antiguo cumple su amenaza de señalarme 
    con el destino cruel del mal sagrado. 
    Que sólo el salir de mí me quitará esta culpa 
    y seré bendecido, al ignorarme todo, 
    por este incendio de amor. 
    Yo vaciaré mi alma para que al fin los seres 
    puedan habitarme, y seré tan humilde 
    como una cosa humilde que sólo da piedad. 
    En la noche calmaré mis sentidos 
    con la bebida profunda del silencio, 
    con los misterios celestes de lo desconocido, 
    mientras fuera de mí la jara brilla 
    y los luceros huelen a lluvias y a lavandas, 
    y el azul de la una cultiva 
    mis adentros. 

    Oh, sí, en la noche calmaré mis sentidos 
    y me veré salvado al fin 
    de todo dolor y toda mi conciencia 
    y no tendré más sustancia que esta luz derramada 
    desde lo alto del cielo, que estas flores 
    sin nombre perfumando los campos, 
    que este frágil delirio en el tiempo eterno 
    del olivo, que este sueño de riberas del arroyo 
    que tanto llena el alma de rumores 
    iguales a la vida. 

    Sólo ésta será la realidad, 
    sólo éste mi sueño: ser como la brisa, 
    que vaga sin destino, tan inocente y pura, 
    y no sentir cómo el tiempo 
    va llenando de polvo el corazón 
    en honda soledad y sin belleza, 
    y saber, pese a todo, 
    que en estos árboles, que en esta agua, 
    que en estos bancales cubiertos 
    por la hierba, la vida encuentra paz 
    entre los vivos y todo queda aceptado 
    hasta la muerte.